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Indigno de ser bombero

15 de Abril del 2016 - Arturo López Álvarez (Oviedo)

Tras leer las declaraciones en prensa de quien ostenta el puesto de jefe de Bomberos sobre su actuación en el reciente trágico siniestro, es penoso para mí tener que entrar a valorar la actuación conjunta del servicio municipal de extinción, servicio al que pertenecí hasta hace pocos meses y fue y sigue siendo mi segundo hogar.

Al igual que el juramento hipocrático de los médicos, los bomberos tenemos un código ético que llevamos escrito en el corazón. Mentir para salvar el culo mancillando el honor de un compañero caído y otro herido es cosa muy grave. Es ofender a toda la profesión.

El intentar repartir las culpas con los mandos subordinados –se intuye en su declaración– es indigno de un jefe de Bomberos. La autoridad se puede delegar, señor Torres, la responsabilidad nunca.

No estuve presente en ese maldito incendio, pero he recogido las versiones y opiniones de bastantes de mis excompañeros y he visto documentos gráficos más que suficientes para hacerme una idea nítida de lo ocurrido.

Esos documentos, hay a cientos, son comparables con los de otros muchos siniestros similares ocurridos a lo largo y ancho del mundo. Pero no me es necesario siquiera hacer esa comparación para deducir algunas cosas, me bastan la experiencia y el sentido común.

Es notorio en muchas fotografías no lo que muestran, sino lo que deberían mostrar. Así, la enorme carencia de personal es más que patente; donde debería haber 8 o 10 bomberos con tres o cuatro líneas de agua, se ve solamente a 1 o 2 con una sola línea, incluso hubo momentos en que ninguno había ante la fachada de Uría, 58, con las cuatro plantas en llamas.

Respecto a la organización, ahí están los resultados. Tan sólo diré que viendo algunos de los vídeos, se me viene a la cabeza un chiste de los colegas americanos que dice: "¿Por qué la intervención se ha vuelto tan caótica? ¡Porque el jefe ya ha llegado al siniestro!".

El sentido de la proporción parece nulo en la cabeza de ese irresponsable cuando se atreve a justificar el empleo de "mangueritas" de 25 milímetros de sección ante llamas tan grandes que él mismo dice jamás había visto –tan absurdo como asar un elefante con un hornillo de camping gas–. Y si él mismo estaba coordinando en ese ficticio puesto de mando –sin carpa–, ¿qué diablos hacía tirando agua en un balcón con una de esas "mangueritas"?

Cientos de testigos y probablemente varios miles entre fotos y vídeos captaron la escasez de agua. ¿Cómo se puede negar ese hecho? Los mismos Eloy y Kuni tuvieron que, varias veces, esperar parados 8 o 10 minutos en la cesta del brazo articulado mientras llegaba otra cuba. Pero "el jefe" dice que el agua también se arrojó desde el interior, oculta a ojos y objetivos.

En el edificio de Uría prácticamente sólo quedaron los materiales no combustibles: escombros y hierros; técnicamente, esto significa que los bomberos no extinguieron aquí el incendio, sino que se agotó el combustible. Es obvio que la cantidad total de agua arrojada al fuego fue muy escasa en proporción a la de combustible que ardió. Loable es que en las condiciones en que trabajaron los bomberos lograran extinguir –en realidad– el fuego en Melquíades Álvarez y evitar la propagación del incendio a otros edificios.

En la línea del tiempo del desarrollo de un incendio en un edificio existen dos momentos calificados como críticos: el que corresponde a la vida de los ocupantes y el que afecta a la estructura.

Cuando ocurrió el trágico derrumbe, hacía tiempo que se había sobrepasado ya el segundo punto crítico –desde su remodelación, el edificio tenía una estructura mixta de madera y acero, el acero se hace dúctil a los 400ºC, y sufre una pérdida brusca de su resistencia a los 600ºC; en este incendio la temperatura fácilmente se acercó a los 1.000ºC, si no los sobrepasó– y si el jefe Torres dice que no sospechaba esta posibilidad, es un completo incompetente para el cargo que ocupa. Con lo cual, la Corporación no puede garantizar a los ovetenses el cumplimiento del artículo 15 de la Constitución si mantiene a esta persona en el puesto, por lo que debe cesarlo de inmediato.

Oviedo es una ciudad prestigiosa conocida en el mundo y me consta –mi hermana trabaja en el Instituto Cervantes de Pekín– que hasta en China los bomberos se llevaron las manos a la cabeza cuando sus televisores emitieron la noticia. En ninguna ciudad pueden permitirse estos vergonzosos desastres y menos en la nuestra.

Arturo López Álvarez, subinspector de Bomberos jubilado

Oviedo

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