Confusa encrucijada
Mientras que al gobierno del señor Rajoy se le está poniendo a caldo tanto desde la opinión pública como desde toda la oposición, por la política de recortes y apriete de cinturón aplicado durante la última legislatura, resulta que de otra parte desde Bruselas y desde el FMI, se le está diciendo que la balanza económica aún está desequilibrada y que el plato de los gastos sigue siendo más pesado que el de los ingresos, y que por tanto, debe seguir recortando gastos y haciendo reformas encaminadas a tratar de embridar el caballo loco de la deuda y del déficit público.
Acaba de haber una llamada de atención en este sentido, por parte del Ministro de Hacienda señor Montoro, a los responsables del área de economía y hacienda de los gobiernos autonómicos para pedirles que deben ajustar sus gastos a los ingresos de que disponen para tratar entre todos de cumplir con lo que se nos exige tanto desde Bruselas como desde el FMI, y según todos los medios de comunicación, los responsables de las cuentas de las distintas Comunidades Autonómicas, responden al Ministro que, de más recortes, nada de nada, que lo que la administración central debe hacer es soltar la pasta y concederles más fondos.
Yo no sé en qué va a terminar todo esto, pero pienso que muy mal. En este caso vuelvo a recurrir una de tantas veces al popular dicho allerano de, onde nun hay panchón, tos riñen y tos tienen razón. Difícil solución tiene el poder salir de esta encrucijada. El cruce de caminos no está bien señalizado, por tanto, tomar uno u otro camino conlleva unos riesgos inciertos y difíciles de predecir. En mi opinión, pedir más dinero a quien no lo tiene, caso del gobierno central, es no solo injusto, sino perder el tiempo; y, de otra parte, exigir apretarse más el cinturón y gastar menos a quienes ya están medio asfixiados, como es el caso de las autonomías, es poco menos que pedir su suicidio, por tanto, por mucho que unos despotriquen en contra de los otros y los otros pretendan justificar su actitud, el problema seguirá ahí sin solución posible. No acabamos de convencernos de que estamos endeudados hasta las trancas, y que como suele decirse, aquí no hay más cera que la que arde; así que, o nos esforzamos en conseguir pronto otra, o de lo contrario pronto nos veremos a oscuras. La demagogia de unos y otros va por un lado y la pura realidad, por otro muy distinto
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