Memoria selectiva
Gracias a Dios la memoria de las personas es selectiva, y nos acordamos mas de las cosas buenas que de las malas, sino fuera así no podríamos vivir. Todos por desgracia tiene una gran pena o varias en su recuerdo, se sufre durante un tiempo, pero como un resorte esto queda no olvidado pero si suavizado por la vida posterior, acudimos a él cuando nos sentimos tristes o en fechas determinadas.
Digo esto porque últimamente no paro de oír olvidos cuando no exaltaciones a los crímenes que ETA ha cometido en este país. Sin ir as lejos en ocasiones el magnífico programa Salvados entrevista a Otegi y éste llega a decir que de la violencia no debe de arrepentirse nunca.
Quizá por mis años me tocó vivir con toda crudeza las barbaridades así como los asesinatos cometidos por este grupo en nombre de una Euskadi libre y marxista, estaba en Barcelona cuando nos sacudío el terror de la bomba en el Hipercor de la meridiana, causando 21 muertos y 45 heridos, también estaba en Madrid cuando la banda cometió uno de sus asesinatos mas crueles el 30 de octubre del 2000, acabando con la vida de un Magistrado, su chófer y un policía escolta así como multitud de heridos, con mucho el asesinato que aun esta mas en mi retina es la vil muerte de Javier Blanco, después de pseudo secuestro. Estaba pasando un día de verano con familiares y dicha muerte nos hizo recapacitar y dejar para otra ocasión la reunión.
ETA ha cometido 829 asesinatos a lo largo de su historia, sin contar la infinidad de heridos, algunos mutilados para toda su vida, por eso no concibo que asesinos como ellos no ya se puedan reunir como si fueran antiguos alumnos de un colegio, para celebrar, ¿que?, ¿los muertos?, ¿lo bien que mataron?. Y no digamos nada de que esos asesinos, puedan regir los destinos de un país.
No quisiera que la gente viera esta carta, como una carta política. Pues eso seria darles la razón, para mi si alguien político o no, les ensalza apoyándoles en su vida política, lo siento para mí, es persona responsable de esos 829 asesinatos. Me hubiera gustado acabar la carta con alguna cita alegre, pero ante la muerte indiscriminada, no puede haber ni apoyos ni alegrías, perdón por agriarles el día.
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