Para las familias, hoy
La Historia o, por mejor decir, los historiadores encuadra/n en edades determinados períodos de tiempo, con caracteres genéricos, que nos sirven para estudiar la evolución de la vida y particularmente del ser humano en la Tierra. Además, clasifican otros lapsos temporales, más reducidos, para definir las peculiaridades de las civilizaciones que han ido desfilando a lo largo del tiempo, así como los hitos que dan lugar a cambios profundos en el desarrollo de las características vitales del hombre como individual social. Identificamos y así lo reconocemos al hablar de la civilización griega, del Imperio romano y su caída, de la Edad Media, la Revolución Francesa, las guerras mundiales, la caída del Muro de Berlín, la llegada del hombre a la Luna e incluso el Campeonato mundial de fútbol de 2010 en Sudáfrica (¿?).
En todas esas situaciones, existen conceptos comunes, básicos (sentido de la vida y de la muerte, la existencia de un ser superior, libertad, familia) en principio apuntados, recogidos y desarrollados por sujetos individuales que son reconocidos como tales por la sociedad de que se trate en procesos que pueden ser muy rápidos o tardar incluso siglos en calar y extenderse. Pero también se producen momentos de confusión o sustitución de valores, de pérdida de identidad, de búsqueda de referencias que provocan el advenimiento de idolillos provisionales que suelen traer nuevas tablas de la ley debajo del brazo. Esto ha sido lo sucedido en España con la llegada al poder de mi tocayo de infausto recuerdo, José Luis Rodríguez Zapatero, y su impulso a la ideología de género, pretendidamente orientadora de una nueva relación hombre/mujer que ha conseguido inocular en la cloroformizada sociedad española sus principios. Y ello no sólo a nivel conceptual, sino, lo que es más grave, al legal e institucional, socavando precisamente las bases de una convivencia democrática, pues su trasfondo no viene a ser más que un traslado de la vetusta lucha de clases marxista-leninista al ámbito de las relaciones entre hombre y mujer, en busca del paraíso comunista que, en este caso, vendría dado por la desaparición de la diferencia (natural) entre hombre y mujer para obtener el superador "zyborg" híbrido, mezcla de ambos, que traería ¡la paz al mundo!
El paso necesario para ¡la paz en el mundo! es evidente: la destrucción de la familia. De la familia natural, la de siempre, la constituida a partir del triángulo chica/chico/niño, unión heterosexual, de por vida, abierta a la procreación y educación de la prole según nuestra directa tradición judeocristiana, que al fin y a la postre viene a compendiar esas notas características que se encuentran en el alma del ser humano.
Afortunadamente, también hay pensadores que, en tiempo oportuno, hablan del matrimonio como base de la familia. El Papa Francisco en su exhortación apostólica "Amoris laetitia", que aunque dirigida en fin a los fieles laicos puede ser perfectamente asumida en la mayoría de sus puntos por todas las personas de buena voluntad, afirma (123): "Es una unión que tiene todas las características de una buena amistad: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida". Pero el matrimonio agrega a todo ello una exclusividad indisoluble, que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos la existencia.
A pesar de que los intentos de acabar con la familia ni han tenido ni tendrán nunca éxito, los que creemos en ella hemos de estar atentos a esta encubierta y sutil persecución; formarnos y formar a los jóvenes en la vida de familia, siendo ejemplo para los demás de la felicidad que conlleva la vida familiar, para poder, como dice el lema del Foro Español de la Familia, ¡hablar bien de las cosas buenas! Y tener en cuenta, por supuesto, en nuestra condición de ciudadanos responsables, las posiciones de las distintas opciones políticas con relación a la familia a la hora de apoyarlas.
José Luis Lafuente, vicepresidente del Foro Español
de la Familia de Asturias
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

