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Juego de plastas, juego de rastas, juego de castas

19 de Abril del 2016 - Julio Luis Bueno de las Heras (Oviedo)

Uno espera de sus cocos y fantasmas que estén a la altura de lo que de ellos se espera: que den miedo-miedo las veinticuatro horas y no la grimosa sensación (ridículo+conmiseración+arcada) que suscitan cuando están fuera de contexto o pierden o se dejan perder los papeles. Por ejemplo con pretenciosas, teatralizadas, rijosas y empalagosas intrusiones intimistas en guiñoles ajenos.

En esta línea de descoloque, de impostación o de entrega, asistimos, este domingo, al (gratuito o rentabilizable) desmelenamiento exhibicionista de don Pablo Iglesias, que -en la nueva edición mensual (fashion-fashion de la muerte, o sea) del "Magazine" que acompaña a LNE- va a por todas, look con look, pose con pose, escorzo con escorzo, postureta con postureta, cacha con cacha, seno con seno, coseno con coseno y tangente-tangente con lo más turgente, mórbido y mollar de la "biutiful" del famoseo. Una estrella roja rutilando interpaginada en un firmamento de luminarias de la pasarela, de la sauna, del couché, de las sábanas, del celuloide, de las ondas, de la cosmética y de la belleza inane, todo muy coral, muy femenino, muy feminista y muy progresista -es un plato para paladares realmente incondicionales y entregados-. Sobre todo, si se tiene en cuenta que el personaje es de esa clase política que hay que tomar muy en serio en el Segundo y en el Tercer mundos, en tanto en cuanto que ellos saben muy bien lo que quieren y de quién lo quieren, ya que de ellos se sabe que, para conseguirlo, no se van a parar en barras, ni en sebes, ni en escrúpulo, ni en líneas de colorinos.

Claro que cuando uno opta por los "stripteases" intimistas, mezclando estomagantes y enternecedoras vivencias de infancia con esas inevitables y sesgadas (en su versión original, respetables) rememorias de la Guerra Civil -nuestro irredimible pecado original- que buena parte de los españolitos llevan inoculadas, trasplantadas, cargadas y armadas en la sobaquera, uno se arriesga también a brindar mucho material para psicólogos, parapsicólogos, etólogos y cotillas varios. El caso es que accediendo a tan asequible y elocuente catálogo de filias y fobias, de obsesiones y de ensoñaciones prepúberes, púberes y pospúberes, uno pierde bastante del miedo a los cuartos oscuros o a los rincones desconocidos. Si entre Wendy y Campanilla descubren diferencias freudianas los expertos narcisistas, no digamos las que los aficionados resabiados percibimos entre Hook y Sparrow, entre uniformes verde oliva y "deshabillés" asaltacapillas.

Me pregunto si con lo del "Magazine" estamos frente a una reedición del añejo recurso que llevó hace cuarenta años a un Henry Kissinger a aparecer en cueros en el "Play Boy" (revista de opinión donde las haya) o si, en tiempos revueltos y con plazos perentorios, estamos ahora frente a urgencias de coqueteo desde las eternas castas (la nobiliaria incluida) hacia las nuevas rastas.

Todo es posible entre pudientes y podemitas.

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