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La crisis que no se acaba

22 de Noviembre del 2009 - Martín Montes Peón (Oviedo)

En buena parte del mundo, y como no podía ser menos, en España, la crisis que padecemos tiene toda la pinta de echar profundas raíces. Hace algunos meses expresaba algunas opiniones, e incluso esperanzas, en estas mismas páginas sobre lo que entendía como la "crisis perfecta". Hoy, poco tiempo después, y siempre basándome en los resultados de las torpes iniciativas llevadas a cabo tanto por las absurdas reuniones del inoperante G-20, como por las ocurrencias puntuales de nuestro Gobierno, creo que no es alarmista afirmar que la crisis se hará vieja entre nosotros.

La principal causa para sostener cuanto afirmo, es que todo hace suponer que ni la mayoría de gobernantes internacionales, ni, por supuesto, los nuestros, además de no querer enterarse de nada, se han declarado inútiles para resolver tamaño problema. Los únicos remedios que han aplicado para tratar de enderezar la maltrecha economía, han sido los de sanear con vergonzosas partidas de miles de millones de euros a las mismas instituciones financieras que provocaron este desaguisado, sin que por ello hayan cesado a ninguno de esos brillantes gestores, ni mucho menos les hayan indicado el camino más corto hacia la prisión más próxima a sus domicilios.

No es tolerable que a quienes dicen gobernar en España solo se les ocurra subir los impuestos para recaudar once mil millones más, mientras que las cantidades "prestadas" a los banqueros rebasan con mucho los cien millones. Es además vergonzoso que más tarde, esos mismos banqueros se jubilen con decenas de millones de euros, aunque para colmo de la desfachatez, hasta se permita naconsejar congelar los salarios al común de los trabajadores. Y a pesar de ser inadmisibles situaciones como esta, lo grave es que la banca española tiene unas deudas contraídas con el Banco Central Europeo que rebasan en muchos casos los activos propios de muchas de esas entidades, con lo que es más que previsible que no devuelvan al Estado, a todos nosotros, ni un solo euro de los miles de millones que se han embolsado con bastante más descaro que el del atracador que entra pistola en mano en cualquiera de sus sucursales.

La cultura del ladrillo ha arraigado tan profundamente en España, que aún con más de un millón de viviendas vacías, todavía no se han enterado que para el poder adquisitivo medio de los españoles, no habría más solución que bajar el precio de los pisos a la mitad o subir el doble los salarios. Eso sin contar que deben ser muy pocos los ayuntamienetos españoles que no se hayan pringado en mayor o menor cuantía con las plusvalías generadas por la salvaje especulación del suelo. Prueba de cuanto digo es que pueden contarse por centenares los alcaldes y concejales, pertenecientes a casi todos los partidos políticos, procesados o los que ya han dado con sus repletas carteras en la cárcel.

Es materialmente imposible remontar ninguna crisis aplicando y manteniendo las mismas estructuras que nos han llevado al desastre actual. Es imposible, porque la tropa de políticos que nos han tocado en suerte, con independencia de su color, se niegan obstinadamente a admitir que el sistema capitalista, tal como estaba montado, ha fracasado estrepitosamente. Y es imposible, porque se sigue sin tener las suficientes agallas para apartar de la circulación a los principales artífices del gran fiasco del siglo. Por más que fuera necesario construir prisiones adecuadas para su nivel, o por más que a algunos se les estén dando reconocidos premios mundiales a cuenta de lo que en su día, a lo mejor, previsiblemente, quizá o tal vez, puedan llegar a hacer.

Martín Montes Peón, Oviedo

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