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La opinión de los bomberos rasos

21 de Abril del 2016 - Jesús Avelino Losas López (Oviedo)

Hace ya veinte años que un servidor consiguió hacerse bombero. En el idealismo de mi juventud soñaba con contribuir a la sociedad, con trabajar duro para aportar mi pequeño grano de arena a este país desde el sector público, al que considero piedra angular del bienestar social. Me esforcé y alcancé mi meta tras superar no pocos ni muy diferentes obstáculos que el resto de la gente.

Hoy, próximo ya al horizonte de los 50 años y en el ocaso de dicha juventud, el idealismo ha dado paso a la templanza y la experiencia, aunque los principios siguen intactos.

Los acontecimientos del día 7 de abril, con el incendio en la calle Uría de Oviedo y la desafortunada muerte de mi compañero Eloy, han supuesto el episodio más negro de mi carrera profesional. A mí sí me tocaba trabajar ese día y viví el desarrollo de la jornada en primerísima línea de fuego, con la mezcla de emociones que, imagínense, circunstancias de tal calibre pueden generar. Créanme, sé perfectamente qué fue lo que ocurrió ese día.

Por eso ahora, en pleno análisis del siniestro, con la ebullición de acusaciones sobre la responsabilidad de lo ocurrido, me parece relevante dar un paso al frente y expresar los pensamientos de los bomberos rasos, los que nos quemamos la cara y las manos, los que nos la jugamos para intentar salvar la vida de Eloy y Cuni, los más frustrados por no haberlo conseguido en el primero de los casos.

Es cierto que pudieron cometerse algunos errores en esa situación de extrema tensión, pero la falta de agua, tajantemente, no fue uno de ellos. Hicimos nuestra labor con cuanta profesionalidad, rigor, seguridad, habilidad y rapidez pudimos, y las condiciones de trabajo, dentro de las dificultades obvias que rodean a nuestro oficio, fueron buenas. Los accidentes, por desgracia, ocurren. Es algo que nuestro día a día nos ha enseñado.

Éste es el motivo por el que nos duele sobremanera el cruce de reproches entre los diferentes actores políticos, sindicales y laborales. Nuestro servicio es mejorable y nuestras condiciones de trabajo, también, como todo en esta vida. Y queremos lo mejor para nosotros, como todo hijo de vecino. Lo que no es asumible es utilizar la muerte de un compañero para beneficio propio. Los bomberos somos lo que somos, subimos por la autoescalera de nuestro camión para apagar incendios. Si se quiere subir por otra escalera, la social, mejor haber escogido otra profesión. Lo dice quien habla, recordemos, desde la templanza y la experiencia.

A pesar de todo, amamos nuestro trabajo, sabiendo que, como a Eloy, nos puede costar la vida en el momento menos esperado. ¡Salud, compañero! ¡Cada vez que las sirenas suenen, te sentiremos a nuestro lado!

Jesús Avelino Losas López

Oviedo

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