La dignidad de los chicos de la prensa
El incidente de Pablo Iglesias que ha provocado cierto desplante de la prensa me estimula a compartir reflexiones. Ese acto gallardo y digno de los periodistas jaleado unánimemente por el endogámico gremio se ha echado en falta en innumerables y anteriores ocasiones, lo cual deja en entredicho esa supuesta vergüenza torera.
Si el señor Iglesias desea una prensa que le haga la ola sin fisuras tal vez debería emigrar a Corea del Norte o, quizás, a Cuba o Arabia Saudí, pero ello no despinta el corporativismo manifiesto de un sector que tiende a sacar las uñas a destiempo. Voy a otro ejemplo: el señor entrenador del F.C. Barcelona recientemente ha excitado esa misma unanimidad del sector. Aunque no se trate de un personaje agradable no es menos cierto que la exposición permanente a la crítica fácil, ventajista y desinformada, sin espacio jamás al arrepentimiento o la disculpa debe generar tensiones, sospecho, que un mal día terminan por brotar inoportunamente.
Otro argumento que he tenido que soportar es el de la crisis económica del sector. Bienvenidos al club. Mas no justifica esa inestabilidad laboral ciertos comportamientos, fobias y filias, que desvirtúan la realidad que se añade a la evidente tendencia a la bajada de calidad general en todos los aspectos sin que nadie diga esta boca es mía. Cuando el canal autonómico valenciano echó el cierre hubo que soportar apariciones en grupos mendigando adhesiones con cara desolada de los mismos profesionales que con su docilidad habían contribuido a edificar un monstruo propagandístico que con dinero público medró alejado de las verdades incómodas durante años, haciendo, de paso, un daño elevado a la ciudadanía.
Los políticos desean una prensa amiga que les bese el trasero. En eso no hay diferencias. La prensa, en horas bajas y acomodándose malamente a los nuevos tiempos, se ha convertido progresivamente en un almacén de vulgaridad en el que con total impunidad se puede preguntar una vez y otra a un deportista de élite si quiere más a papá o a mamá. Sin que pase nada. De nada.
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