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Historia interminable (con intermedio esperanzador)

24 de Abril del 2016 - Julio Luis Bueno de las Heras

Llevo en la Universidad de Oviedo menos años de los que quisiera y muchos más de los que me gustaría llevar en cuenta y, dividiendo por cuatro (de acuerdo con las reglas del álgebra difusa), pueden hacerse ustedes cargo de cuantos procesos electorales he vivido con mayor o menor intensidad, ilusión, implicación o compromiso.

Si hasta donde pueda ser o parecer imparcial me permiten que exprese aquí mi opinión en tema tan ajardinado, trataría de transmitir una percepción simplista a los amables lectores: pocas cosas han cambiado y muchas cosas han cambiado desde que tengo memoria.

¿Qué no ha cambiado o me parece a mí no haber cambiado?

Durante toda mi vida académica nunca he dejado de oír, ni de entonar ocasionalmente, la misma cantinela cansina y desesperada de amores no correspondidos y de desamores contradictorios entre algo tan artificiosa o malévolamente escindido en el discurso tópico como Sociedad y Universidad. Que si la financiación, que si la endogamia, que si la permanencia, que si las reformas, que si las reformas de las reformas, que si las contrarreformas de las reformas de las reformas, que si la huella, que si los réditos al entorno, que si las transferencias de competencias, que si la transferencia de resultados, que si la Universidad debe hacerse ver en la Sociedad, que si la sociedad debe conocer y valorar a su Universidad, que si hay que abrir puertas entre unas y otras jornadas de puertas abiertas. Un estomagante y estéril que si separados no debemos, que si juntos sí podemos, redactado en miles de formatos y entonado con centenas de estribillos en catorcenas de foros ¿Realmente nos hemos parado a pensar dónde, cuándo, cómo y por qué dentro del Primer Mundo (por cuya frontera -y no sólo geográfica- parecemos tener enfermiza y recidivante querencia) resolvieron la dichosa duda existencial y funcional de ¿para qué vale nuestra Universidad? (Ya puestos, ¿para qué valen nuestras empresas o nuestras instituciones? ¿O nuestra nación?).

Subtítulo. A propósito de las elecciones en la Universidad de Oviedo

Destacado: Dios guarde al nuevo rector, que de él ya nos guardaremos nosotros si fuera menester

País.

¿Qué ha cambiado o me parece haber cambiado?

En un contexto bastante similar a una orgía de despropósitos, mequetrefismo, encerrilamiento, corrupción sistémica y descomposición del Estado, en la Universidad de Oviedo Asturias coquetea con la contracorriente -se diluyen en esta campaña las polarizaciones, las caricaturas, los dogmatismos y los ocasionales bandos universitarios y surgen cuatro candidatos a Rector incuestionablemente respetados y respetables dentro de la casa y de manifiestamente brillante currículum internacional. Cuatro candidatos cuyos programas (demagogias, zascandileos, altisonancias e ingenuidades aparte) pueden ser compartidos al noventa por ciento por el noventa por ciento de los universitarios sensatos de los distintos estamentos y colectivos. Cuatro candidatos que, con cierto ajuste fino de ciertos talantes, podrían formar parte de un mismo equipo (más heterogéneos o plurales vílos yo con estos los mis güeyus). Cuatro candidatos cuya combinatoria de resultados obtenidos en esta primera vuelta dice mucho acerca de troncos comunes, de que algo han hecho bien algunos, y que refuerza la convicción de que hay otras universidades pero que están en ésta, generando una potencialidad que, como muy bien dijo uno de ellos, podría manifestarse de forma mucho más creativa y eficiente, y colocarse donde realmente debería y podría en escalafones donde ya ocupa puestos dignos, si no tuviera que mendigar, legislatura tras legislatura, mandato tras mandato, año tras año, a una clase dirigente que, cuando acaba el paripé discursal, tienen otras prioridades.

Supongo que todos ustedes, amables lectores, sabrían indicar, y coincidirían más de lo que creen, si aventuran el componente que, a su juicio, falta para que este motor, la Universidad de Oviedo, cuyo material humano hemos sido unánimemente halagados por tirios y troyanos, padres, madres, güelitas y candidatos, rindiese lo que realmente es capaz de rendir.

Pues anótenlo en un papelín -sus sugerencias, digo- y envíenlo a la instancia donde proceda. Por ejemplo a estas mismas hospitalarias páginas, desde las que sería más fácil hacer una integral, pasarla a limpio y difundirla debidamente. A ver si nos enteramos. A ver si se enteran.

De hacérselo llegar a quien salga elegido rector no se preocupen ustedes, porque lo saben bien, y leen y escriben primorosamente.

Resumiendo: Dios guarde al nuevo rector, que de él ya nos guardaremos nosotros si fuera menester.

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