Inlove feroz

27 de Abril del 2016 - Fernando Martínez Álvarez (Grado)

Por al tarde me puse a caminar, atravesé el bosque y subí al Pico La Candanosa, en Muniellos. En la cima tomé unas nueces y un poco de queso, escudriñé el paisaje con los prismáticos y leí un poco, esperando el ocaso. Me metí en el saco y me dormí. A la mañana siguiente me acerqué al borde norte de la cumbre a comer una manzana. Entonces lo ví. Unos metros por debajo de mi, un hermoso lobo adulto corría entre la vegetación rastrera. El sol inclinado de la mañana alumbraba su pelaje, mientras saltaba en su ágil carrera por entre los brezos. Un animal magnífico y bello que me hizo experimentar un sentimiento como de... enamoramiento feroz.

Me pregunté qué le habría hecho escoger el ir por allí, a tanta altitud, sólo, y sin parecer llevar una ruta concreta. Si hubiera sido así, tal ruta no la habría hecho por aquella ladera alta, sin conexión con otros cordales, como ellos acostumbran a desplazarse.

Reparé entonces en que estábamos en el mes de mayo y que en la zona en la que me encontraba había visto excrementos de rebeco. Imaginé por lo tanto que andaría hostigando a alguna hembra buscando separar al recental de la madre. Pero el azar no me permitió presenciar ninguna situación que corroborara mi hipótesis.

El año siguiente, era también el mes de mayo, subía con Senén la ladera oeste del Pico Maoño, en Piloña, pasamos la cumbre al otro lado y sigilosamente nos apostamos detrás de una gran roca. Mas abajo los rebecos pastaban tranquilamente ajenos a nuestra presencia. Sacamos los prismáticos y los cuadernos para tomar notas sobre el número total, el sexo y las clases de edad: adultos, subadultos y crias del año. Los teníamos ahí abajo, para mirarlos a placer, unos ochenta metros por debajo de nosotros que estábamos bien resguardados tras la peña. Cuando, de repente, el grupo empezó a inquietarse, incluso algunos animales salieron corriendo ladera arriba. Apartamos los prismáticos de los ojos y al abrir el campo visual comprendimos la razón de la desbandada en que ya se habían convertido los primeros movimientos de desasosiego.

Dos lobos, uno grande y otro de menor tamaño, efectuaban de manera totalmente coordinada un movimiento envolvente sobre el grupo, un ejemplar por la parte baja de la ladera y el otro por la zona alta, desatando la lógica reacción de terror incontenido en los que pastaban. Por supuesto, dos crías de ese año acabaron sacrificadas en estos procesos inevitables de la continuación de la vida.

Algún tiempo después, en los pastos de Arcenorio me tocó presenciar el desagradable espectáculo de terneros con la panza abierta y las ancas devoradas, potros jóvenes desguazados en Fancoalla o aquella yegua con el vientre abierto y la cría nonata medio extraída y devorada en los prados debajo de San Adriano del Monte.

¿Procesos inevitables de la continuación de la vida?

Es complicado el hecho de tomar partido: lobo-si/lobo-no. Como también lo es el hecho de renunciar a cuestiones personales de interés íntimo: en el caso de unos, de carácter económico, en el de otros, de conservación.

El interés ganadero legítimo es la protección de sus reses. Como esa protección, con los actuales formas de manejar el ganado se hace imposible, la administración habilita para ello un programa cobertor de los daños producidos, para así tratar de resarcir las pérdidas sufridas. Existe, aparte, y los ganaderos lo deben de reconocer, un cierto trato ventajoso como suponen las diversas líneas de ayudas y subvenciones establecidas: pago básico, vacas nodrizas, vacuno de cebo, vacuno de leche, vacuno de carne, ovino, caprino, prácticas de ganaderia ecológica, calidad de la leche, greening o pago verde...

Hay que darse cuenta de que hay mucha gente que trabaja y que sus rentas se obtienen de forma directa de su trabajo. Vamos, que lo que produce su actividad laboral es únicamente su sueldo, sin ninguna clase de ayuda ni subvención ulterior.

Esas personas pagan impuestos, cantidades esas que hacen posible sufragar los expedientes de daños y las subvenciones que se fijan como ayuda a las explotaciones ganaderas. Tales personas pueden estar interesadas en que siga habiendo lobos en libertad en nuestros montes, personas que piensan que el lobo es un animal bello y muy inteligente, con una desarrollada organización social, magnífico y emblemático, para las que el hecho de su conservación y su obligado legado al mundo natural de nuestros hijos no puede ser, bajo ningún concepto, causa de discusión.

Hace unos días asistí a una conferencia sobre el lobo en el Sabil, en Santo Adriano. Me resultaron curiosas algunas de las opiniones que se vertieron allí:

Los lobos hay que exterminalos a todos.

Los lobos hay que hacer un cerrao y metelos a todos, y solo ir a echáis de comer, pero que nun salgan de allí.

Los guardias, los guardianes del Paraíso nun pueden informar bien los daños, porque trabajan por objetivos.

Hombre, los lobos no se pueden exterminar. No ya por el deseo en contrario de sus amantes, de las asociaciones u organizaciones ecologistas, de los naturalistas, de los fotógrafos de naturaleza salvaje, de las empresas de turismo natural... sino porque existe legislación de carácter supranacional que así lo establece.

Quizá el mayor atractivo que para los amantes de la naturaleza tienen las especies salvajes sea ese, que son salvajes, y pienso que debemos de tratar de preservarlas para que vivan su libertad con carácter pleno, al que tienen derecho de forma natural y legal.

(Y nosotros poder ser testigos de ello, cuando el azar nos lo permita).

Hacer un cerrao y meter a todos los lobos allí pienso que solamente puede ser el exabrupto fruto de una mente unineuronal y pervertida que pretende trastocar el orden natural de las cosas: los animales salvajes en un cerrao, para que los domésticos puedan campar por sus respetos por los montes, sin molestias. Viva mi interés, los demás no existen.

Por último, respecto a los guardias, los guardianes del Paraíso, como también, con cierta sorna, se refirió un asistente a los Guardas del Medio Natural del Principado de Asturias, me veo en el deber de aclarar que de ninguna manera se les marcan objetivos. ¡Estaría bueno! Ni son vendedores de enciclopedias, ni tampoco pertenecen al staff de alguna pujante empresa de nuestro ajetreado mundo económico. O sea que de objetivos nada.

Pero bueno, ahora que lo pienso, sí es cierto que tenía algo de razón ese ganadero respecto a los objetivos. Sí. Hay un único objetivo que se les marca a los Guardas del Medio Natural, y es, mire usted, que cuando van a hacer controles de lobo, (sean esos guardas conservacionistas o no), lo maten.

Así que no se queje.

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