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Actividad de alto riesgo

25 de Abril del 2016 - Paco Domínguez (Avilés)

Y salió del despacho más elevado de la Agencia Tributaria, menguada la bolsa, jurando en hebreo. La sinrazón propia no entendía de razones ajenas. Le habían soplado doscientos mil del ala más la propina. Eran muchas las fatigas de orador ceremonioso y ensayista propedéutico que le obligaron a vaciar por el desagüe de Hacienda. Es lo que tiene presidir la factoría del pensamiento liberal-conservador, que uno permanece anclado al mundo de las ideas y no desciende al hecho contributivo en plenitud mental.

Aquella afrenta no podía quedar impune. Merecía, más que un severo castigo, restablecer la jerarquía del maior potestas, concepto romanizante que destaca cierto grado de superioridad en el rango político y social. El cabreo le acompañó hasta la Fiscalía General del Estado, a quien hizo depositario, de tal estado, en forma de denuncia por revelación de datos tributarios. El deshonor ya quedaría para siempre grabado en letra impresa y custodiado por las malditas hemerotecas, pero el aguijonazo que la Justicia iba a infligir, en su nombre, al judas traidor, daría justa mengua al descrédito personal.

Con lo que no contaba, o sí, el damnificado por un tecnicismo tributario, producto de un mal día exegético, era con la ayuda inestimable de una noble y muy liberal dama, instruida en la lengua de Shakespeare, captadora de cerebros relucientes y principal mentora de hombres rana criados en el fango madrileño de la corrupción. La solícita señora, que en anteriores pasajes de la historia congresual conservadora ya había dado muestras de su adscripción a la causa aznarista, radicalmente opuesta al marianismo de las subidas impositivas, demanda la destitución inmediata del ministro magnicida, en funciones, por aireación pública de documento privado. También se sumó a la petición, manifestada con lenguaje imprudente y talante diplomático, otro ministro, en funciones, para quien el ejercicio público significa una labor de alto riesgo.

Parece ser que la abnegación de los cargos públicos, dedicados a la búsqueda incansable e incesante del bienestar social, tiene mala recompensa en nuestro país. Es como si, de pronto y por sorpresa, la Judicatura, ciega de ira contra el poder administrativo, soltara una jauría de sabuesos entrenados para dar caza inmisericorde a políticos en activo y residentes en Valencia, Madrid y Andalucía (en Cataluña les dan butifarra y se ve que la chacinería amansa las fieras). Y esto, repetido con cierta frecuencia, asusta y desorienta. A este paso tan acelerado de reclusiones carcelarias no quedará otra solución que abrir las puertas del Estado a los refugiados sirios. Siempre con la venia de doña Ángela.

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