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¿Laicidad o laicismo en Oviedo?

28 de Abril del 2016 - Inés Morán Álvarez (Oviedo)

Todos los pasos y ejecuciones realizados poco a poco y progresivamente hasta ahora por el llamado tripartito venían reflejando su tendencia partidista en aras de su laicismo, que se preveía que quería implantar, que no de la laicidad, desencadenando últimamente una guerra abierta y visceral a todo lo que tenga relación con lo sagrado, en lo que nos sentimos englobados todos los ciudadanos de esta ciudad que somos católicos.

Esta nación se ha definido como aconfesional, lo que parece no haber entendido ni respetado el equipo municipal ovetense, que con una radicalidad guerrera utiliza sus armas de poder para hacer desaparecer del mapa todo vestigio de las raíces cristianas, como si de unos Atila se tratasen, destruyendo también con ello vestigios visibles de nuestra historia. Un Estado aconfesional no es un Estado laicista, en nada se parece.

Sólo desde la perspectiva de la incoherencia y la superficialidad puede afirmarse, como hace el tripartito, que las convicciones de conciencias, religiosas, agnósticas o ateas son un asunto privado, del fuero interno de cada persona y de su libertad individual. Cualquiera en su sano juicio comprende con facilidad que las convicciones de una persona, cuando es recta y coherente, marcan su forma de ser, y que una persona íntegra no puede desdoblarse dejando en su casa su forma de ser para adoptar en la calle o en lo público una forma diferente. Las convicciones profundas se manifiestan en la conducta de la persona humana recta en el desarrollo de su vida diaria, en las distintas circunstancias o aspectos que el día presente. A tenor de la forma de pensar de nuestro equipo de gobierno, la conciencia (que rige o debe regir el comportamiento humano), que para muchos es un bien incalculable, es para él algo inexistente en la práctica, ya que la relega al ámbito de lo oculto; es decir, lo privado.

Llama poderosamente la atención que quien así piensa, que las convicciones deben quedar relegadas al ámbito de lo privado y de su libertad individual, se muestre sin embargo tan radicalmente activo para constituirse en grupo y llevar a efecto en lo público y gracias a su poder una guerra abierta a aquello que no es de su agrado, mostrando claramente a los ciudadanos su visceral aversión conjunta a todo lo religioso, que pretenden hacer desaparecer, y se deduce fácilmente con esto que también han de sentir un desprecio olímpico a todos los ciudadanos que tengan una forma diferente de pensar, de sentir, de vivir; es decir, los católicos.

Siguiendo con la incoherencia que involuntariamente ha definido al tripartito, llama también poderosamente la atención que quien dice que el Estado no puede discriminar a sus ciudadanos por motivos religiosos, los discrimine con tanto empeño y obsesión, habiéndonoslo mostrado en las fechas de la Semana Santa y posteriores con la Junta de Hermandades de la Semana Santa que todos hemos seguido con sorpresa.

Parece que poco más que el trabajo y el empeño por la implantación del laicismo en la ciudad haya desarrollado por ésta nuestro gobierno municipal, algo que no reporta ningún bien común a los ciudadanos, sino un gran malestar.

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