La culpa fue del IRPF
Precisamente cuando el español de a pie anda agobiado recopilando facturas y papeles para hacer su declaración al fisco, se entera de que un expresidente del Gobierno, inspector de Hacienda para más inri, para proteger y resguardar parte de su patrimonio creó una sociedad instrumental, con lo que se ahorraba la mitad de su ingreso pagando como impuesto de sociedades lo que era puro y duro IRPF. Lo pillaron y le costó una sanción de 70.000 euros, amén de una declaración complementaria de casi 200.000.
En plenos fastos cervantinos, podemos comprobar los "Rinconetes" y "Cortadillos" de esta inmensa y putrefacta casa de Monipodio. Está visto que aquí, en nuestro país, el que no afana es un gilipuertas. Y, además, en esta tierra de garbanzos el más tonto hace relojes, que diría el clásico.
Todo ello nos lleva a pensar que el fraude fiscal es la punta del iceberg de toda la corrupción y es la ofensa más sangrante al contribuyente que paga religiosamente lo que le corresponde. Eso sin pensar en la ejemplaridad del hombre público, el autor de un supuesto milagro económico, que evita sus obligaciones con el sempiterno gesto de estar siempre en posesión de la verdad.
Ciertamente, visto lo visto, el ambiente que se respira actualmente no es para ir cantando hacia el mostrador de la declaración de la renta. Eso, seguro.
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