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Nostalgia del púlpito

8 de Mayo del 2016 - Gerardo Rebanal Martínez (Oviedo)

Púlpito: dícese de un cajón rectangular u ovalado, ligeramente levantado sobre el suelo de algunas iglesias, destinado a levantar el ánimo de una comunidad de fieles, preferentemente cristianos. No confundir con ambón, que cumple la misma función, pero suele ser elemento móvil. Esa nostalgia quizá la sienten aquellos que proponen la retirada de símbolos por decreto. Los símbolos no desaparecen así, deberían saberlo; si molestan, hay hombres, mujeres que los arrancan. Hay una piscina pública en Mieres, la Manuel Llaneza, presidida por un busto de tamaño soviético del líder. Si el busto no ha terminado en las profundidades del vaso es porque los bañistas le han cogido cariño. Incluso algunos se toman cachazudas confianzas y le cuelgan un momento el gorro. Pretender eliminar la cruz por decreto recuerda al personaje de Chesterton en "La esfera y la cruz", empeñado en retirar cruces, que al final veía hasta en las empalizadas. Mucho se habló de la locura de la cruz –véase San Pablo– y nada más lógico que crucificar el crucifijo, para eso vino al mundo. Pero eso, a mí se me entiende, es hacer el caldo gordo al "Otro", así llamaba al Creador el demonio líder en las "Cartas del diablo a su sobrino", de Lewis. Máxime cuando en la ciudad tenemos problemas reales. Hace poco desaparecían expedientes de gavetas municipales o se borraban ficheros del cuerpo de Bomberos. Semejantes actos de sabotaje hubieran facilitado a Stalin la aniquilación de varias ciudades. Además, se me ocurre que el paso de retirar algunos símbolos, al hacer que algunas personas malqueridas por el régimen carguen con otros, es sutil, puede depender de la hora a la que lleguen los dirigentes a casa por la noche, del rosario –perdón, quería decir cadena– de locales que hayan transitado y del palo de la sidra. Creo que viene aquí al pelo lo que escribió el rumano Steinhardt, su "Diario de la felicidad", tras pasar varios años en una cárcel dura por hacer chistes sobre un régimen algo acartonado. No es un libro lacrimógeno carcelario, todo lo contrario, encontró la felicidad porque allí se bautizó de forma clandestina con una gota de agua. Tras contemplar el espectáculo de occidentales satisfechos que cantaban la palinodia de aquel régimen tan peculiar, escribió que el opio de los intelectuales es el socialismo. Para resolver la cuestión que nos ocupa se me ocurre una solución más propia de pasados tiempos heroicos, en los que cuestiones baladíes se dirimían a trompazos. Propongo organizar un combate de sumo entre un representante escogido por la Alcaldía y otro preparado por las cofradías. La Vicealcaldesa deberá abstenerse en la organización, no vaya a ser que nos roben los trapitos, que son símbolos de demasiadas cosas. Creo que después podríamos bajar de puntillas del púlpito, con cuidado, porque falta el tercer escalón empezando por abajo, lo retiraron, era símbolo de algo de lo que ya nadie se acuerda.

Gerardo Rebanal Martínez

Oviedo

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