Elogio de la lectura
Una de las festividades culturales más entrañables que cada año se conmemoran en España probablemente lo sea el Día del Libro, que coincide con el aniversario de la muerte del autor de "Don Quijote" y, a su vez, con otra rica y hermosa tradición en Cataluña, el día de Sant Jordi, que los catalanes celebran regalando un libro y una rosa.
Se calcula que el pasado sábado 23 de abril se vendieron en la capital catalana 1.600.000 libros y seis millones de rosas. Alrededor de mil librerias se desplegaron a lo largo de las Ramblas, convirtiendo esa afortunada zona de Barcelona en un espacio único en el mundo.
Como es natural, este 23 de abril todo el mundo habló de libros o de temas y anécdotas alredor del mismo. Este año ha sido especialmente intenso y algo abrumadora la programación de televisión, radio, tertulias y acontecimientos de todo tipo por los cuatrocientos años de la muerte de Cervantes.
Lo lamentable de ello es que una vez transcurrrida la efeméride y con la vuelta a la realidad, nos encontramos con que España sigue siendo uno de los países de Europa que menos lee y que más televisión consume por habitante. El informe publicado por la prensa nacional, el mismo día en que se celebraba el Día del Libro, es demoledor: en España los españoles se pasan frente al televisor una media de 4 horas al día y los programas que consume el 80 por ciento tiene que ver con programas basura o de entretenimiento superfluo. Programas como los de TVE-2 (documentales de la naturaleza, históricos, científicos, de lectura, cine, teatro) sólo son vistos por un paupérrimo 1,5 por ciento de los televidentes.
Ante este desolador panorama, es reconfortante enterarse de que un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid, Ureña, donde habitan escasamente 200 ciudadanos, cuenta con un periódico, cinco museos y ¡once librerías!, razón por la cual es llamada con justicia la villa del libro, honor que comparte con Wigtown (Reino Unido), Tuedrestand (Noruega) y Fontenoy (Francia). Al escuchar la noticia, no me lo podía creer, sobre todo cuando sabemos que el número de bares que hay en España supera el de los que hay en Francia, Alemania e Italia juntos y que alguien dijo, en su momento, que si colocamos todos los bares que hay en España en fila y empezamos en Madrid llegaríamos sin problemas a París.
Reflexionaba sobre todo esto cuando me llegó la noticia de los Estados Unidos. La todopoderosa Asociación Nacional del Rifle ha decidido reescribir los clásicos cuentos infantiles para glosar las virtudes de ir armado. Amelia Hamilton es la autora que se ha unido a la NRA en esta impresentable cruzada: así empieza el nuevo cuento de Caperucita Roja: "Con un beso de su madre, su rifle al hombro y una cesta de dulces para la abuelita, Caperucita tomó aire y se internó en el bosque". Ya se pueden ustedes imaginar cómo continúa el cuento y cómo acaba. ¡Patético! Me imagino que Donal Trump estará feliz con la idea.
Por suerte, en este lado del mundo, a pesar de la crisis de identidad que padecemos (vaciamiento del proyecto europeo, "brexit", la vergonzosa respuesta a la crisis de los refugiados), en las innumerables ferias del libro que todos los años se celebran desde Fráncfort hasta Madrid, no es previsible que aparezcan estos abortos de la mente humana.
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