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La praxis liberal

12 de Mayo del 2016 - Paco Domínguez (Avilés)

El primer error que comete la filosofía liberal es conceder al hombre la racionalidad absoluta olvidando que en la herencia socio-biológica el componente instintivo, disimulado por la inteligencia puesta al servicio de diversos intereses, juega un papel predominante. La guerra, el terror, el asesinato, el robo o saqueo y la falta de empatía con los que sufren, no son justificables desde el punto de vista racional pero sí son admitidos por el instinto como cualidades intrínsecamente humanas. El hombre, en el mundo liberal que nos envuelve, es un lobo para el hombre.

Federico Jiménez Losantos, autoproclamado liberal convencido, practicante en la medida que se lo permiten las subvenciones estatales, es prueba fehaciente que confirma lo anteriormente expuesto. El personaje en cuestión, conocido por su agresividad verbal ante los micrófonos y el teclado, asegura ser capaz de dar muerte a los miembros de un partido político, democrático pero distante ideológicamente de sus planteamientos neoliberales, caso de tener a mano una pistola. Y para reafirmar su talante liberal, también se dice heredero incondicional de una Revolución Francesa de la que reclama una nueva reedición contra los enemigos políticos creados por tan fervorosa condición. Tengamos en cuenta que la ideología liberal nace en la Inglaterra del siglo XVII, permanece cosida a los principios de la Revolución Francesa y persiste como fundamento paradigmático social, político y económico en el horizonte independentista norteamericano. Tampoco olvidemos que liberalismo y democracia parlamentaria forman en la actualidad un indisoluble engranaje político.

Otro personaje que se reivindica hija del liberalismo anglosajón es doña Esperanza Aguirre. Política madrileña conocida por su facilidad para descubrir talentos especializados en corrupción pública. Esta señora que, además de liberalismo, exuda nobleza por los cuatro costados, es capaz de apoyarse en dos tránsfugas socialistas para resolver en segunda ronda unas elecciones autonómicas que tenía parlamentariamente perdidas en la primera. Más tarde, entre el caso Tamayo y doña Espe se iba a interponer, a modo de barrera infranqueable (los pijos llamarían cordón sanitario), un tal Jesús Cardenal, por entonces Fiscal General del Estado. Todo muy liberal y, por tanto, muy democrático.

Un libro de primer curso de bachillerato, de la editorial Almadraba, cuyo contenido versa sobre economía liberal, culpa del paro en España a mujeres e inmigrantes, además de poner el mismo acento responsable sobre el salario mínimo, la protección a los parados y la acción sindical. Vamos, una joya de libro que, para los liberales de orden, como Fernando Álvarez Balbuena, no merece un mínimo comentario. Ahora bien, valora, en una de sus múltiples intervenciones escritas, con el mismo rango aleccionador e intervencionista a la disciplina democrática de Educación para la Ciudadanía y la muy franquista Formación del Espíritu Nacional.

Tampoco parece Fernando muy dispuesto a defender el progresismo dentro de la causa liberal. Se limita a una simple pregunta sobre el concepto progresista, que de haberla mantenido en el nivel retórico hubiera obtenido el beneficio de lo indeterminado. Lo malo fue que la concreción sólo sirvió para banalizar su respuesta, al empujar el concepto filosófico progresista hacia un terreno muy limitado y con muchos charcos circundantes. Si un liberal confeso desconoce el significado conceptual del término progresista es que no tiene clara su condición política. Amigo Balbuena (perdona si te parece un exceso de confianza el tratamiento), el bipartidismo llegó a tal reparto de papeles en nuestra joven monarquía parlamentaria que también se asignaron entre sí ciertos signos estereotipados del acervo político-cultural. Tanto socialistas como conservadores nunca dejaron de abrazar, en aquellos rasgos que les convenía, casi siempre de índole contable, el liberalismo democrático universal. Los conservadores hicieron suyos los símbolos del Estado y, a cambio, los socialistas se apropiaron del término progresista; expresión que nace, como tu bien sabes, asociada a la condición liberal. La pregunta es: ¿qué organización, dentro del espectro político actual, humaniza con mayor intensidad los dictados liberal-progresistas? Es aconsejable no añadir dificultades al interrogante con variables de índole católico y monárquico.

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