Milagros y hechos prodigiosos en los archivos de la Iglesia
El XXIX Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España, celebrado en Zaragoza, tuvo como temática central "Milagros y hechos prodigiosos en los archivos de la Iglesia". En lo que sigue, trataré de resumir algunas apreciaciones que nos ofrecen algunos archivos de la Iglesia en Oviedo, expresando casi el mismo tenor de los textos originales que nos los recogen.
El primero de los hechos tuvo por escenario el puerto de Avilés y se testimonia en un pergamino no catalogado del Archivo Capitular de la Catedral de Oviedo. Fue por el año de 1523. Una carabela portuguesa se hallaba intentando entrar en la ría de Avilés para descargar un cargamento de sal. Una de las piedras de sal que portaba venía destinada al Salvador, como parte de lo que se satisfacía a la Catedral de Oviedo, correspondiente al diezmo de la sal.
Al adentrarse ría arriba, la carabela fue asaltada por unos corsarios franceses que consiguieron inmovilizarla y empezaron a trasladar a su embarcación las piedras de sal que portaban los portugueses. Cuando llegaron a la reservada a San Salvador, nos narra la situación el curioso pergamino que nos viene sirviendo de guía, perteneciente al Archivo Capitular:
"Diecinueve franceses de los que en la carabela venían, trabados todos a una piedra, para pasarla a su navío, no la pudieron mover. Estando ellos trabados a dicha piedra, uno de los portugueses dijo: 'San Salvador, mira lo que faces, que las piedras tuyas son'", con lo que, ante la imposibilidad de moverla, desistieron del intento, salvándose la carga destinada a la Catedral de Oviedo.
Tal es la narración que, bajo juramento, declaró ante notario Rodrigo Fernández, vecino de Avilés, en relación al milagro de la sal.
En las Actas Capitulares de la Catedral de Oviedo, en la correspondiente al 9 de junio de 1721, se narra el milagro que ocurrió a un peregrino mudo en Oviedo. La narración se hace en atención a la petición del obispo de Teruel, el asturiano don Pedro Analso de Miranda, abad de Teverga, de que, en copia auténtica, se le ofrezcan los pormenores sobre un milagro antiguo acontecido en la Catedral ovetense. Así acordaron los capitulares que se le diese contestación al obispo.
"Milagro que sucedió en la Catedral con un peregrino que envió aquí San Vicente Ferrer, que era mudo y habló, en 3 de mayo de 1415". Se dio encomienda a don Luis de Mier y Noriega y a don Luis Fernández Cuevas, para que busquen el dicho testimonio.
El tercer milagro a que quiero referirme se encuentra en el libro primero de bautizados, casados y difuntos de la parroquia de San Tirso el Real, de Oviedo, depositado en el Archivo Histórico Diocesano de Oviedo. Ofrezco del texto la transcripción completa, pues su expresividad hace resaltar el contenido.
"Advertatur hoc: jueves, dos de noviembre de 1623 años, a las dos horas de la mañana se pegó fuego en casa de Domingo Fernández Piquero, a los cuatro cantones, y se quema toda la casa, con todo cuanto en ella había y, por buena diligencia de la gente que acudió, se libró a la gente de casa, que era mucha y algunas criaturas y el dueño inválido, que sacó desnudo un canónigo a cuestas.
Quemóse otra casa pegada a ella de su hija del dicho, y parte de otra de la misma y parte de otras de vecinos. Acudió muchísima gente a apagarlo con agua y otros instrumentos, y cuanto más hacían, más se encendía, de suerte que se entendió que se había de quemar toda la ciudad (como se quemó el año de mil quinientos y uno -posiblemente se refiera más bien al famoso incendio de 1521, en que el estrago fue enorme y afectó prácticamente a toda la ciudad).
Yo, habiendo visto todo lo dicho de esta ocasión, me vine bien atribulado a San Tirso y descubrí el Santísimo Sacramento y le tuve así en el altar como un cuarto de hora y, viendo iba el negocio en aumento, le saqué y llevé hasta la misma casa de la hija del dicho Piquero. Antes de que llegase, ya se cayó el tejado todo a la calle, donde había mucha gente y, aunque cogió a muchos, a ninguno hizo mal.
Llegando con el Santísimo, cesó el fuego y se fue resumiendo, de suerte que las mismas centellas que volaban se volvían abajo, de que causó mucha admiración a todos, considerando el poder de este Señor, a quien se deben infinitas gracias por tan singular favor y remedio. De todo fui testigo ocular y por verdad lo firmo de mi nombre, para que si (lo que Dios no quiera) sucediere otra vez, se acuda a tan bueno remedio. Oviedo, dicho día, mes y año ut supra. Pedro Gómez del Río".
Nada nos narra el cronista de si, en la ocasión, se recurrió al usual toque de campanas que se denominaba "a rebato" o "a fuego" -aunque es de todo punto presumible-, que convocaba al vecindario a acudir con cubos y posibles instrumentos, para formar "cadenas de cubos de agua", tratando de poner freno al fuego en sitio donde se hubiera producido el incendio.
Obviamente, empleamos el término milagro sin prejuzgar la declaración de la Iglesia en cuanto a que verdaderamente suponga un hecho que supera las fuerzas de la naturaleza y que solamente puede explicarse desde una perspectiva sobrenatural, con el correspondiente alcance técnico. Tampoco lo emplean los narradores de los hechos prodigiosos que aquí se enumeran, para ser entendido en sentido técnico, sino recogiendo los hechos como prodigiosos o milagrosos en la apreciación vulgar del pueblo sencillo. Simplemente, dejamos testimonio, según lo transcribimos de los manuscritos, en que nos vienen transmitidos los hechos.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

