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"¿Vas con los pobres generosos?"

19 de Mayo del 2016 - José Fuentes y García-Borja

Madrid, La Villa y Corte, tiene por patrono a un labrador, San Isidro, del que no conocemos ni discursos ni escritos, tan sólo su vida de aldeano de aquel pueblo, Magerit, recién conquistado. Isidro era sencillo y simple; reconocerlo es admirar el plan de Dios que escoge un hombre pobre para ayudar a los pobres. La familia de los Vargas era rica; entre sus servidores se contaba este buen madrileño que ganaba su pan trabajando como albañil, pocero o yendo a cultivar las extensas propiedades de los Vargas, del otro lado del río Manzanares, hoy “la Casa de Campo” y los Carabancheles. Isidro, de vida pacífica entre tres horizontes: el hogar, el trabajo y los templos con sus pobres, vivía junto a la calle del Almendro, donde su señor le dejó una casita. Tenía esposa y un hijito: otra “familia de Nazaret”, como cualquier otro hogar. Su problema, “el de poder atender a los pobres con su pobreza”: y aquí es donde acudía el Amigo de Isidro, el Padre de los Cielos, a resolver el problema llenando la olla del Labrador siempre que hay más pobres a la puerta que garbanzos en la olla. Sus días iban pasando: unos en la construcción de pozos: “hay poca agua en el río”; otros en “la Pradera”, la que será ornato y alegría de un Madrid posterior; S. Isidro la trabaja yendo y viniendo con sus bueyes, y en tiempos de la devoción creciente por sus milagros se llamó “la Pradera de S. Isidro”, cuadro de Goya, autor también del boceto del Santo en oración. Su servicio a los pobres va unido a la devoción que despertó en pobres, enfermos y ricos, que se hicieron “nuevos Isidros”, y así hasta hoy. Mientras trabaja piensa en Dios y siente unos deseos irresistibles de acercarse a la ermita de Sta. Magdalena y hacer allí sus oraciones; por eso madruga y antes de la aurora visita las más antiguas parroquias: S.Andrés, La Almudena, S. Salvador con su Atalaya de defensa y otras cuatro. Como en La Pradera y en el tiempo de su descanso se acerca a la Ermita: esto último estuvo a punto de perderle, pero el Señor misericordioso vino en su socorro; porque Isidro, como todo santo tuvo sus envidiosos y perseguidores.El no se daba cuenta por ser de corazón inmunizado a los malos pensamientos; pero le vigilaban y bien que le acusaron ante Juan de Vargas. Y de nuevo tuvo Jesús, el Señor, que salir en su defensa, como vimos niños y mayores al comprar por dos pesetas –1943– el par de bueyes de barro con el Angelito de la Guarda detrás arando: “Dios trabajaba por Isidro cuando Isidro trabajaba orando a Dios por los pobres”, decíamos en Madrid. Con sus propios ojos lo vio el de Vargas que lleno de alegría lo contó a su familia, amigos y vecinos. Ytambién corrió la voz cuando otro milagro: era “cofrade de San Andrés que lo celebraban con fiestas y un banquete. Ese año llegó tarde este buen rezador y se presenta en la sala rodeado de cantidad de mendigos; “ya le conocían y no les extrañó”, pero ya no quedaba para comer más que el plato de Isidro. Y de nuevo, por la fe de este santo acude el Señor que ama humildes y pobres: la gran olla está llena y hubo para todos e incluso sobró. Los madrileños cuentan más: narran milagros después de su muerte a porrillo y ya es bastante. Este santo coincide con el renacer cristiano de Madrid que le nombra su patrono y protector de aldeanos, obreros, presidentes y reyes; todos, año tras año ya acudían en su fiesta a la ermita del Manzanares donde a su vera dejó el agua de su fuente milagrosa.

Subtítulo:En recuerdo de San Isidro Labrador

Destacado:Este santo coincide con el renacer cristiano de Madrid, que le nombra su patrono y protector de aldeanos, obreros, presidentes y reyes

Próximo a expirar “hizo humildísima confesión, recibió la comunión y con santa alegría exhortó a su familia y a la gran cantidad de amigos, labradores y eclesiásticos al amor a Dios y a los pobres”. Su cuerpo fue sepultado en San Andrés, tras cuarenta años se conservó incorrupto y así hasta hoy; y sigue curando a sus enfermos y dando de comer a los pobres por cuantos debemos hacerlo en nombre del Señor y suyo. Junto a su epitafio sus amigos dejaron escrito “Oh, arado, oh esteva, oh aguijada de S. Isidro, sois tan inmortales como la tizona del Cid, el báculo de San Isidoro, la corona de San Fernando y la pluma de Sta. Teresa”.

Ante su fiesta felicitamos a los labradores y a todo Madrid. A nosotros cristianos y otros creyentes S. Isidro nos dejó sus buenas obras que nos recuerdan las colectas para los pobres y enfermos, por medio de Cáritas de los primeros domingos de mes. Así como en nuestras declaraciones de la renta pongamos la cruz –para la iglesia y en la de ONGs. ¡Gracias!

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