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Somos palíndromo

19 de Mayo del 2016 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

En 1931 Schwartz tenía un año, en España éramos república; con 6 años le cambiaron el apellido por Soros y en España era 1936. Ser una familia judía en la Europa de las olimpiadas de 1936 era como para cambiarse el apellido. En las calles de su Budapest natal, sobreviviendo al nazismo y al holocausto con sus leyes antieclesiásticas, aprendió a ser buen analista de las situaciones y se escapa de la ocupación soviética yendo a Londres para estudiar en su Escuela de Economía y Ciencia Política. Allí conoció a su maestro Karl Popper, que proponía una sociedad abierta con gobiernos tolerantes, laicos sin leyes antieclesiasticas. Egresado como graduado en filosofía, dicen que con su sentido liberal solo quiere mantener al capitalismo, pero en la década de los ochenta del pasado siglo, cuando empezaba a ser un conocido desconocido, avisaba: «el capitalismo es amoral y está equivocado; pero, si quieren jugar, juego». Anunciaba lo que aconsejaba para hacer fortuna: «si ves una estupidez apuesta todo tu dinero en contra». Al capitalismo le sacó una fortuna: 25.000 millones y, si desde un banco alguien le engañaba, el banco tenía un miércoles negro. En 1999 escribió: «La crisis del capitalismo global». La sionista Hannah de apellido Arendt, fue despreciada porque al ver a Eichmann en Jerusalén vio su vulgar banalidad del mal y escribió: «el porcentaje de supervivientes judíos entre los que se rebelaron y enfrentaron al nazismo fue superior al de los que no lo hicieron». Para entonces ya Elias Canetti había escrito «Masa y poder» explicando el mecanismo destructor de los populismos. Luego Leonard Cohen escribiría: «Todo lo que hay que saber acerca de Adolf Eichmann es que era normal... ¿Qué esperabais? ¿Garras? ¿Incisivos desarrollados? ¿Saliva verde? ¿Locura?». Somos palíndromo y la tolerancia no se lee ni de izquierda a derecha ni de derecha a izquierda. No se trata del IBI de la Iglesia, sino de excluir la religión de la educación y de las calles cambiándoles incluso nombre y apellidos. Por ejemplo: a la calle Trinidad, apellidada Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, ponerle algo más educativo como: A=B=C, enseñando así que, si se tiene confianza, convicción, fe y esperanza, se puede ver la existencia de: A=D, B=D y C=D, más allá de los palíndromos A=A, B=B y C=C, por lo que entonces la trinidad: A=B=C, queda demostrada y se percibe la existencia de tres letras distintas y una sola D verdadera. Respecto de La Merced, suplicamos merced. ¿Se excluirán también símbolos matemáticos porque no gustan? Diferenciar es bueno si hay integración para bien general de todos, pero si hay desintegración, es banalidad del mal. No, ni el palíndromo populista, ni el capitalista, ni el socialista, persiguen una sociedad tolerante y abierta, sino condicionar y dominar desde una educación nada libre. Prometen y piden crédito para superar crisis sin esfuerzo, pero la deuda monetaria ata sin libertad y la educativa aún más. Se conspira contra la libertad y cada ciudadano procura parapetarse tras el muro del: «guardé silencio porque yo no era como ellos». Guardémonos pues del sufrimiento buscando refugio tras perder la libertad. Las alambradas dividen: ¿acaso admiten lectura de palíndromo? Lo que no hacemos deja al descubierto lo que somos: prisioneros de incomprensibles decisiones mientras otros son libres de sobrevivir para destruir las alambradas que impiden marchar sobre nosotros: leámos de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, desde un lado del muro o desde el otro.

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