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Picador, va por ti

18 de Mayo del 2016 - José Viñas García (Oviedo)

Si hiciéramos una clasificación de las profesiones más duras, laboriosas, insalubres y arriesgadas, no hay duda que la de Picador minero estaría la primera y muy destacada de otras que por supuesto no desmerecen para nada sobre mi valoración personal.

Solo quien conoce esa labor, sabe de lo que estoy hablando: No hay día tranquilo, los esfuerzos son constantes (el martillo picador pesa como una losa después de horas percutiendo sobre tu cabeza brazos en alto) el carbón cuando no está duro, tiene costero, y si está blando hay que sujetarlo para que no venga un derrabe de consideración. Puedes estar de pie, de rodillas o echado porque no cabes de otra manera. Un día hace un calor insoportable, otra vez te toca trabajar horas y horas entrándote agua fría por el cogote y bajándote hasta los calcetines, todo mezclado con polvo que hace un lodo incomodísimo por toda tu espalda; y en ese escenario hay que apuntalar (postear) cortar a medida las mampostas, rachos, piquetes y bastidores. Cuando es ancha la capa, las mampostas pesan como postes de la luz. Si la capa es echada andas arrastro, si es vertical estas colgado como un pájaro cientos de metros. Todo casi a oscuras, con un polvo que más que polvo son perdigones en suspensión que te pegan en los ojos y no dejan ver; pero lo peor es que entra dentro de tus pulmones y allí hacen el agosto con mermas importantes para la salud del picador. La humedad, los ruidos ensordecedores, algunos te sacaban el corazón de su sitio: cuando se hundía el techo al recuperar mampostas, los chasquidos de la entibación al correrse o apretar el techo, los ruidos del grisú que parecía una romería dentro del frente de carbón con bombazos que te avisaba de su peligrosa cercanía si osabas seguir provocándolo con el martillo ¡hay que vivirlo para saber de qué estoy hablando! un trabajo penoso, cargado de miedos y de una dureza que solo el haberlo mamado desde la niñez, la juventud y la experiencia pudieran llevarlo a cabo.

No era un trabajo de valientes, era una profesión de personas que se enfrentaban diariamente a sus miedos, miedos que muchas veces no te dejaban dormir pensando donde tenías que meterte al día siguiente. Había momentos cuando el techo era falso, cuando tenías que dar un coladero, un pozo, un contrataque; que encima de tu cabeza había costeros (piedras) de toneladas de peso, que con que se desprendieran antes de apuntalarlos te dejarían como una torta; y allí había que entrar a postear, esperando simplemente la suerte de cada día.

Durante las siete horas, el esfuerzo era tal, que sudabas desde el minuto uno al final, podías estrujar pantalones, calzoncillos y camiseta y salía agua para llenar un cubo. Así todos los días laborables del año.

Podía explicar con pelos y señales, las dificultades de esta profesión, pero como solo le interesará a quien la conoció a fondo, solo pretendía homenajear y mandar un abrazo inmenso a todos los mineros, pero muy especialmente a los picadores de las minas de carbón.

Era su medio de vida, no se quejaban jamás, es más, en los bares se picaba tanto como en el taller, conversaciones que evadían y compartían lances de la jornada. Mucho sufrimiento y muchos sueños perdidos sin decirle a nadie, ni a tu mujer que temías muchos días no salir del tajo: mucho grisú, punto falso, había que coger tierra, dar un pozo, ancha la capa, la niveladura no había tijeras, freno y longarinas que pudiera tener por ella. El relleno amenazaba con romper la contención, etc. ¡bueno, saben amigos picadores y mineros de que hablo! ¿Verdad?

Si todo les pareciera poco, era un tarea a destajo (tanto picas y posteas, tanto cobras) respetando la seguridad y compaginándola con el avance diario que te diera el jornal adecuado para dar de comer a tus hijos y para sentirte valorado por los demás y sobre todo por ti mismo.

Por ello: Picador va por ti. Por haber sabido sortear miedos y angustias. Y sobre todo por ser buena gente y buen profesional (siempre hay excepciones) pero un trabajo así, solo la buena gente lo puede realizar sin poner en peligro su vida y la de los demás.

Un abrazo, una sonrisa y beso de todo corazón para todos los mineros.

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