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Nuestra decrecida clase media

18 de Mayo del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Con mucha razón puede decirse que la clase media ha sido la que le dio la vuelta a España hasta dejarla irreconocible. De un país rural y atrasado que acababa de dejar atrás una atroz y sangrienta Guerra Civil se pasó a una incipiente sociedad del bienestar asentada en ciudades y pueblos importantes que empezó a cambiar cuando los españoles pudieron comprarse una vivienda o un utilitario, enviar a sus hijos a la universidad y a pensar en vacaciones. Fue esa clase la que dinamizó España y la que aspiró a una mayor libertad sin poner en peligro los logros económicos que se iban despertando.

Un reciente estudio publicado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas y por la Fundación BBVA, pone cifras a una de las mayores tragedias sociales que se han producido en nuestro país en las últimas décadas: alrededor de tres millones de personas, como consecuencia de la crisis económica iniciada en 2008, han pasado de engrosar la clase media a formar parte de los estratos más vulnerables de la sociedad. Hace diez años el 60% de la población pertenecía a familias que cumplían los parámetros que permiten incluirse en esa denominación. Ahora solo un 52% podría adscribirse a esta etiqueta social, mientras que los más desfavorecidos, pasan del 31% a casi el 40% de la población española. Para los más potentados, la crisis ha pasado sin hacer estragos y muchos han aprovechado, incluso, para aumentar su patrimonio.

Nada que no se supiera: los grandes sufridores del desastre económico del que todavía no nos hemos recuperado, son esa mayoría de ciudadanos españoles que creían vivir en una sociedad segura y estable y que se han visto precipitados hacia el abismo por el paro, la bajada de rentas y la precariedad laboral. Una tragedia económica, pero también una catástrofe social sin paliativos. España empezó a ser una sociedad normalizada cuando a la largo de la década de los años sesenta comenzó a tener una clase media urbana digna de ese nombre. Se creó como consecuencia de las políticas de bienestar puestas en marcha en la Europa capitalista una vez que se superaron los efectos de la Segunda Guerra. En España este fenómeno se tradujo en el fin de la autarquía del primer franquismo y la puesta en marcha, gracias a los tecnócratas del Opus, con el Plan de Estabilización de 1959.

Por último, con la llegada de la crisis puede hablarse de desbarajuste social porque ha dañado el tejido que mantenía en pie el modelo que nos ha permitido transitar en libertad durante las últimas décadas. El auge del populismo, en todas sus versiones, es solo una de las consecuencias de ese ataque a la clase media.

Aunque, desde luego, afortunadamente, no sea la más grave.

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