Economía objetiva y juventud subjetiva
Contemplaba, hace unos días, las colas interminables, formadas por miles de jóvenes, con el fin de conseguir una entrada para determinado concierto celebrado en la localidad de Getafe (Madrid).
Por el aspecto general, muchos podrían ser mileuristas, otros muchos, sencillamente, jóvenes dependientes, totalmente, de sus padres; seguramente, estos últimos, según los profetas de la izquierda criminalizadora de todo que huela a centro, serían personas de clase obrera, humillados, destrozados, arruinados
Si la objetividad fuera el parámetro para juzgar la realidad tendríamos que preguntarnos cómo se conjuga que esos jóvenes que llenan las calles y ocupan las plazas, indignados por la miseria de su economía, a la vez llenen estadios, salas de concierto, campos de futbol, espacios de ocio multitudinario y hayan ampliado el fin de semana de jueves a domingo.
La izquierda que se alimenta y alimenta con el único discurso que ha hecho millonarios a muchos de sus dirigentes, sabe de esa hipocresía pero intenta ocultarla bajo el predicamento, ahora sí, del derecho personal de la juventud a gastar lo que no se tiene y a vociferar para no escuchar el propio sentido común.
Realmente hace falta mucha buena fe para comprender que una juventud sin futuro, según las izquierdas, sea capaz de vivir por encima de sus posibilidades y hace falta ser muy hipócritas para ir por la vida señalando las injusticias de una sociedad que ellos llaman consumista y poco responsable con la juventud.
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