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La ideología y la transversalidad

19 de Mayo del 2016 - JJJ Suárez González (Gijón)

Primero nos vinieron con el cuento chino del fin de las ideologías, el fin de la Historia, y el pensamiento único y ahora, aunque no es muy consecuente con lo anterior, son muchos los que hablan de la transversalidad, de cosas y medidas que no son ni de izquierda ni de derecha y que todo el mundo puede aceptar. Era falso que las distintas ideologías habían dejado de existir y también es falso que exista una transversalidad política que pueda operar al margen de las ideologías y, sobre todo, de la realidad objetiva. Las políticas transversales son a la política como la Teoría de la Relatividad a la física, no van al meollo del asunto. Son los principios ideológicos y la mecánica cuántica los que construyen nuevas sociedades y explican el Universo. Otra cosa es la simbiosis o mutualismo, los pactos imperativos, aunque sean contra natura, y las alianzas, no necesariamente entre afines. La anémona permite que el pez damisela se proteja entre sus tentáculos venenosos mientras que este devuelve el favor limpiándola de restos y parásitos.

No debemos confundir la transversalidad y el relativismo político, de los que hay que huir como del agua hirviendo, con los acuerdos y con los compromisos históricos. Pero, no somos los españoles muy dados a los pactos, y mucho menos con nuestros enemigos, aunque sean también compatriotas. Hay gente que cree que en la Transición las distintas fuerzas políticas y el régimen franquista se pusieron de acuerdo, sin más, para traer la democracia y hacer la actual Constitución, nada mas lejos de la realidad. Ese consenso estuvo determinado por las fuertes presiones de los poderes económicos y de potencias extranjeras para que España no siguiera el mismo camino que Portugal, donde muy poco tiempo antes, con La Revolución de los Claveles (abril de 1.974), el país quedó fuera del control de los amos y tuvieron que provocar un golpe de Estado, y de timón, para reconducir la situación. Los poderes fácticos y el régimen franquista prefirieron pactar que arriesgarse a una revolución, pero, una cosa era tragar con una democracia formal y otra muy distinta con la real, como comprobaría poco después el presidente Adolfo Suárez en primera persona. La tejerada no triunfó, pero sí el verdadero golpe de Estado contra un Gobierno que hacía cosas que no gustaban a los que, al margen del Pueblo, seguían teniendo la sartén por el mango. Como la anémona y el pez damisela, solo pactan los enemigos para sobrevivir o ante un mal mayor, pero, solo son aliados circunstanciales.

En España otra vez nos encontramos en una encrucijada histórica. Son tantos nuestros problemas y estos son de tal calibre que estamos obligados a construir una plataforma política amplia donde la dicotomía izquierda, derecha, no puede constituir un obstáculo insalvable. No me refiero a los oportunistas acuerdos políticos transversales entre partidos cuyos intereses e ideología son antagónicos, sino a los ciudadanos de a pie, a esa gran mayoría de españoles que tienen muy claro que hay cosas que tienen que cambiar y coinciden en muchas de ellas. El líder y la fuerza política que sean capaces de explicar la necesidad de un programa de cambio radical que ataque de raíz los males que nos aquejan, un programa que pueda ser asumido por la mayoría, ganará las elecciones. No será un acuerdo transversal hecho en los despachos, será un acuerdo tácito de amplia base social a la que la necesidad obliga, pero que necesariamente ha de tener una estructura y una base ideológicas. Por su propio interés, la anémona tiene que proteger al pez damisela.

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