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Nuevas formas carnales y de paternidad

19 de Mayo del 2016 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

No sé si merece la pena dedicar un tiempo a escribir sobre ciertos temas que lo único que producen y en cantidad es vergüenza ajena, sobre todo viniendo de una persona pública. Y, en este caso, no ya por lo provocativas de sus declaraciones, sino por la torpeza de sus afirmaciones.

Anna Gabriel, musa y diputada en el parlamento catalán por la CUP, corte de pelo a la taza, va de progre pero es más antigua que la tana. Propone "tener hijos en común y que se eduquen en tribus", cuando ya esta vieja historia bien lo saben los que eran jóvenes en los años sesenta del pasado siglo; años de amor libre, años de vivir en comunidad compartiendo espacio, comidas, canciones, estética colorista, flores en el pelo y educación de unos niños que pululaban por aquellas estancias con toda la naturalidad del mundo.

Por cierto, cabría señalar que aquellos hijos nacidos de tan original movimiento, no fueron criados por la tribu. A los más afortunados los criaron sus abuelos, y al resto, sus madres naturales. Todos ellos fueron ignorados por sus hipotéticos padres que iban despojándose de sus camisas floreadas y cabellos largos, mientras abandonaban la tribu para enfundarse un traje y una corbata, mucho más apropiados a la hora de dirigir un departamento de la empresa de su acomodada familia.

Asimismo, a la mayoría de los progenitores de aquellas criaturas se les pasó el entusiasmo con aquella experiencia, mas esto nos parece no va a echar por tierra las peregrinas ideas de esta independentista catalana que con anterioridad ha dado muestras de que su protagonismo se basa en nadar contra corriente y defender opciones tan poco originales. Esta señora debería saber, además, que hoy son multitud los afectados por la crisis económica que han podido salir adelante gracias a la familia.

Por sus recientes manifestaciones, esta diputada ni aprende ni quiere aprender. Sus comentarios sobre tener hijos en grupo y que sean adoctrinados por " la tribu", como ella dice, están ya pero que muy trasnochados. Esta protagonista también lanzó en su día propuestas acerca de practicar el sexo en el andén del metro. Por eso, cualquier día se le ocurre querer reinventar la sopa de ajo.

Señora Gabriel, sépase que es en la familia y no en la tribu, donde el ser humano nace, crece y encuentra su verdadera identidad. Corresponde pues a los padres y no a la tribu, la educación y adoctrinamiento de los hijos.

Por tanto, la libertad de tener hijos en común y que sean educados en la tribu, Anna Gabriel, no es nada nuevo, viene del paleolítico, de la Edad de Piedra. Lo que no es soportable, señoría, es su falta de sentido común.

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