Los "desahucios" en Siero
La cultura del insulto incluye dosis de inteligencia, de ahí proviene la habilidad para ofender al otro con ocurrencias que no tienen por qué, estrictamente, ser toscas para elevarlas a la categoría de arte en el escenario, pues te pueden revolver las entrañas sirviéndose de múltiples ocurrencias o modalidades, como así viene sucediendo en la parroquia sierense de Vega de Poja. Si sorprendente era el éxodo de las imágenes de la ermita de Bienvenida, que pasan todo el año de "okupas" en la capilla de Santa Lucía, sólo en el día de la festividad de la Virgen retornarán a su ermita unos momentos para pasarlos con nosotros. Orden de alejamiento que vienen sufriendo, que pensándolo bien, y sin querer caer en la exageración del calificativo, podría decirse que sufren desahucio. Lanzamiento es el acto por el cual se despoja de un inmueble al inquilino; con las imágenes de la ermita de Bienvenida, como nadie arrogase la gestión que lo impidiera, los desahucios se produjeron y el inmueble sacro emplazado en un entorno de naturaleza completamente singular en el Camino de Santiago, que varios siglos cobijase la imagen muy venerada en el lugar, de atractiva devoción en el entorno para los pueblos, hervidero de gentes en el día de su festividad, que su romería muy frecuentada fuera algún tiempo una de las más importantes de Asturias, mezcla de devoción y regocijo, tenía la puerta abierta día y noche ofreciendo asilo a los peregrinos que por esta vía se dirigían a Compostela, y a los que vienen y gocen de un momento de descanso y de renovación física y espiritual.
Pues bien, ahora la situación es diametralmente opuesta a todo lo referido, el inmueble sacro, sin sus parte integrantes, ya no abre sus puertas ni siquiera para el día de festividad de su Virgen, a la que ya no se muda a su camerino en ese día, ni se usa ese espacio para que la liturgia posea un máximo esplendor, ni siquiera, ya al final de la misa en su honor, se invoca la oración mariana, la popular "Salve" a la Virgen. Triste, muy triste todo esto que nada favorece la recta imagen que consideramos, la misa avala de sello y garantía la fuerza de símbolo que la ha convertido en torno a diversos aspectos históricos, culturales y sociológicos, precisamente por su valor de mensaje religioso. Desprovista de esto no hubiera representado lo que, de hecho, ha sido y se quiere que siga siendo.
Lo malo de todo esto es que se permitan estas pasadas, algo que disgusta y que crisparía al mismo Papa Francisco –que ya es decir–, crispar al admirable y paciente Pontífice. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo, como si determinada situación no existiese, ni podemos seguir dando la espalda a nuestra realidad; no podemos destruir lo que nos rodea sin que eso afecto al resto. Creo que es socialmente saludable la exigencia de coherencia y la reivindicación de la decencia: que el edificio sacro, la ermita de Bienvenida, se encuentre vacía de las imágenes, que constituyen un excelente testimonio de la devoción del pueblo y también por su valor histórico y artístico, como el Cristo, talla de madera del siglo XVII, que se conserva gracias a la restauradora polesa Mónica Cepa, que no podemos menos de expresar una vez más esta realidad, nuestro sincero agradecimiento a tan noble propósito, llevado a cabo con un tratamiento técnico y científico, con la autorización y el debido asesoramiento de la comisión diocesana del patrimonio cultural de la Iglesia, y que esta imagen, que ya ha sido lo suficientemente maltratada por el hombre y se esperaba que le devolviera la dignidad perdida, se guarde, semejante joya, en el lugar más adecuado para su deterioro y pérdida, la capilla de San Martino, así denominada para la subvención que le fue concedida por ser edificio que forma parte del Camino de Santiago, proyecto presupuestado en 2.499.000 pesetas, destinadas a la limpieza, desbroce y reparación de la cubierta, que no se hizo. José Benito Díaz, arquitecto municipal, como director de obra, sabrá el motivo, como también el que se tolerase una puesta de madera laminada con bordes y marcos de acero inoxidable; jamás dejaré de admirar el extravagante celo de quien lo puso.
No es mi intención quedarse en la nostalgia del pasado, pero sería muy triste que de todo ese rico legado, en Bienvenida, el último domingo de mayo quedara sólo la adoración al becerro de oro.
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