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Amar a Dios y a los pobres (S. Isidro Labrador)

2 de Junio del 2016 - José Fuentes y García-Borja (Oviedo)

Madrid tiene por patrono a San Isidro, del que no conocemos ni discursos ni escritos, sólo su vida de aldeano de Magerit, recién conquistado; era sencillo y simple: admirable plan de Dios que escoge un pobre para ayudar a los pobres. Los Vargas eran familia rica y entre sus servidores este madrileño que ganaba su pan trabajando como albañil, pocero o yendo a cultivar las extensas propiedades de los Vargas, hoy la Casa de Campo y los Carabancheles. Su vida pacífica tiene tres horizontes: el hogar, el trabajo y los templos con sus pobres. En la casita que le dejó su señor vivía con María, su esposa, e hijo: otra “familia de Nazaret” como tantas. Su problema: “poder atender a los pobres con su pobreza”; y aquí es donde acudía el Señor, “su Amigo”, a resolver el problema llenan la olla del labrador siempre que hay más pobres a la puerta que garbanzos en la olla. Sus días pasan: unos construyendo pozos, “hay poca agua en el río”, otros en “la Pradera”, la que pronto será alegría y ornato de Madrid. San Isidro la trabaja con sus bueyes; en tiempos de devoción creciente por sus milagros se llamará “La Pradera de San Isidro”, cuadro de Goya, autor también del boceto del santo en oración. Su vida por los pobres despertó esa devoción en pobres y ricos que se hicieron “nuevos Isidros” y así hasta hoy. Mientras trabaja piensa en Dios y siente unos deseos irresistibles de ir a la ermita de Santa Magdalena para rezar; por eso madruga y antes de la aurora visita las parroquias de San Andrés, La Almudena, al Salvador con su Atalaya de defensa y otras cuatro, y ya en La Pradera en tiempo de su descanso se acerca a dicha ermita: esto último estuvo a punto de perderle: San Isidro, como otros santos, tuvo sus envidiosos y perseguidores. Él no se daba cuenta por estar inmunizado a los malos pensamientos, pero le vigilaban y acusaron ante don Juan de Vargas. De nuevo tuvo Nuestro Jesús que salir en su defensa como vimos niños y mayores al comprar por 2 pesetas –1943– el par de bueyes de barro con el angelito detrás arando; decíamos en Madrid “Dios trabajaba por Isidro cuando Isidro trabajaba orando a Dios por los pobres”. Con sus propios ojos lo vio el de Vargas, que lleno de alegría lo contó a su familia, amigos y vecinos. Lo mismo cuando otro milagro: Isidro era “cofrade de San Andrés”; tenían fiestas y un banquete. Ese año llegó tarde y se presentó en la sala rodeado de cantidad de mendigos; “ya le conocían y no les extrañó”; quedaba para comer ¡sólo el plato de Isidro! Y de nuevo acude el Señor: la gran olla está llena, hubo para todos ¡y sobró! Los madrileños narran más milagros después de su muerte. San Isidro coincide con el renacer cristiano de Madrid que le nombre Patrono y Protector de Labradores y Reyes, Aldeanos y Presidentes, y año tras año acuden en su fiesta a la ermita donde San Isidro dejó la fuente de su agua milagrosa. Próximo a expirar “hizo humildísima confesión, recibió la sagrada comunión y con alegría exhortó a su familia y a la gran cantidad de amigos, labradores y eclesiásticos que acudió al “amor a Dios y a los pobres”. Su cuerpo fue enterrado en San Andrés, tras 40 años se conservó incorrupto y así hasta hoy. San Isidro sigue curando enfermos y dando de comer a los pobres por cuantos, cristianos o no, lo hacen como él. Junto a su epitafio sus amigos dejaron escrito: ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois tan inmortales como la Tizona del Cid, el báculo de San Isidoro, la corona de San Fernando y la pluma de Santa Teresa”. A todos los creyentes San Isidro nos dejó sus buenas obras a los pobres que nos recuerdan las colectas de los primeros domingos de mes para los pobres por medio de Cáritas, y además en estas fechas de cada año las dos cruces para la Iglesia y para las ong/otros fines sociales, en nuestras declaraciones de la renta. Y los pobres siempre nos dirán “¡Gracias!”.

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral

Oviedo

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