Familias carnales y descarnadas
Escribe un apasionado lector, que parecerse llevarse las manos a la cabeza, sobre las declaraciones de una mujer catalana que tiene responsabilidades políticas sobre su concepto de familia. Este lector, que evidencia radical desacuerdo con la señora en cuestión, comienza haciendo mención despectiva del aspecto externo de ésta. Vengo observando que los personajes adscritos al universo ideológico de Podemos y otras hierbas son objeto de descalificación permanente por su estética. Vaya cosa, Rita Barberá, por ejemplo, es un bulto sospechoso y parte de una trama sinvergüenza aunque delictiva y a nadie le he oído descalificarla por sus aparatosas hombreras o sus modales de tabernera portuaria.
Además convendría recomendar a personas como este lector que rebajen un tanto sus pasiones y atiendan a las noticias en lo que valen, no en lo que sus vísceras dictan. Dicha mujer es muy libre de tener unas ideas sobre los modelos de familia, otra cuestión sería que tratara de imponer su visión, como hacen otros, y no quiero señalar. Ya sabemos que no es muy moderna la modalidad enunciada, pero es que ella no ha dicho que lo sea. Tampoco son modernas las religiones o el miedo a las arañas y ahí están. En cuanto a los que proclaman que sólo hay un modelo de familia posible y racional, conviene recordarles que los juzgados de lo social están atascados de horripilantes pleitos familiares en los que se estira de los críos de uno y otro lado como si fueran de goma o que gentuza como Franco, Stalin o el violador del Ensanche se criaron en familias normales, así como otros personajes que alcanzaron la excelencia lo hicieron en modelos diferentes. Y viceversa. Así que, de entrada, no hay garantías de que unos u otros formatos sean mejores o peores. En mi opinión, casi todos caben.
La familia tradicional estaba impuesta unas décadas atrás y bien por mera legislación, bien por presión moral, no había lugar a otras alternativas, ni siquiera a la natural y sencilla de los monoparentales que hoy son un porcentaje a considerar al referirse a las familias. Familias que no son patrimonio de ninguna ideología, insisto, de ninguna, por mucho que unos y otros pretendan tirar para su lado del ascua, como si fuera de goma, y suya la indiscutible, única e indivisible verdad.
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