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La custodia del alma

31 de Mayo del 2016 - Rafael Gutiérrez Amaro (Granada)

La sociedad contemporánea nos ha intoxicado con la idea o la creencia de que las cosas se consiguen de forma rápida y cómoda. Todo está centrado alrededor del consumismo. Todo es tener y disfrutar.

Pero todos sabemos que la vida es mucho más compleja que esto, aunque aparentemente parece que nuestra sociedad nos lo facilita todo.

Se nos dan libros de instrucciones y manuales de procedimientos para casi todo, todo son instrucciones.

Sin embargo, no existen instrucciones para llegar al cielo, para realizar la gran misión que tienes, la gran empresa que está en tus manos y que al final es la única que vale la pena, salvar tu alma.

A continuación expongo esta bella y profunda carta que un joven de 21 años escribe a su novia, un día antes de morir.

Esto es tener convicciones que dan valor de trascendencia a la vida, lo demás es: superfluo, intrascendente, insustancial.

El joven Bartolomé Banco, nació en Pozoblanco. Córdoba. España en 1914, fue arrestado por ser secretario de los Jóvenes de Acción Católica el 18 de agosto de 1936 y fue fusilado el 2 de octubre de 1936, en la Prisión Provincial de Jaén.

Él con el corazón escribe:

Maruja del alma:

Tu recuerdo me acompañará a la tumba, y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en Él.

Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte.

Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico, van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola; miro la muerte de cara y en verdad te digo, que ni me asusta, ni la temo.

Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa ante el Tribunal de Dios:

Ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido

Al querer sentenciarme, me han absuelto.

Y al intentar perderme, me han salvado.

¿Me entiendes? ¡Claro está!:

Puesto que al matarme, me dan la verdadera vida.

Y al condenarme por defender siempre los altos ideales de mi religión y mi familia, me abren de par en par las puertas de los cielos.

Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén; cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará.

¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma!

No olvides que desde el cielo te miro, y procura ser modelo de mujer cristiana, pues al final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales, si no acertamos a salvar el alma.

Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti, todo mi amor sublimado en las horas de la muerte.

No me olvides, Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima aspiración.

Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos.

Bartolomé 1 de octubre de 1936.

El ejemplo de un joven que tenía clavada su mirada en lo más importante, llegar al cielo, salvar su alma y querer que el alma de su muy amada novia también se encontrase con Dios después de esta vida. Esto es tener esperanza, esto es saber lo que se quiere...

¿Y yo, y tú, sabemos lo que queremos?...

¿O perdemos el tiempo: en estupideces o en preocupaciones inútiles o en pasatiempos o en mezquindades y nos olvidamos de la trascendencia?

Fuente: Catholic.net

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