El tajalápiz

28 de Mayo del 2016 - Fernando Martínez Álvarez (grado)

Hay un lugar, no importa dónde, por el que cuando paso siento que me provoca sentimientos de recuerdos intensos. Inhalo y el aroma que me inunda me recuerda exactamente el que salía del tajador, cuando muchos años atrás afilaba el lápiz para mis atareadas actividades de la época de preescolar.

Ese olor tiene el poder de transportarme y hacer aparecer en mi pensamiento situaciones, escenarios, compañeros y toda clase de detalles, quizá nunca advertidos, que como ráfagas intemporales pasan por mi cabeza con una nitidez de presente inaudito. Es pasmosa la capacidad del sentido del olfato para la rememoración inesperada.

La aromaterapia es una parte de la medicina alternativa y no está considerada, desde el punto de vista científico, como parte de la medicina convencional. Pero tampoco debe parecer insólito que la afluencia de determinados olores a la pituitaria pueda ocasionar diversos cambios en nuestro organismo.

En Mesopotamia, en Egipto, en Grecia, en la España musulmana del siglo IX ya se utilizaban ampliamente las esencias de distintas plantas para fines variados: relajantes, estimulantes, afrodisiacos, analgésicos... Nuestra nariz, parece mentira, es, desde hace muchos siglos, agente desencadenante de heterogéneos efectos en nuestras condiciones vitales: la excitación, la calma, el deseo sexual, la sedación...

Las plantas y sus aceites esenciales fueron la primera farmacia del ser humano, y las infusiones, unciones, sahumerios o inhalaciones, los métodos de aplicación de aquellos principios curativos.

Se dice que los perros pueden oler hasta doscientos aromas diferentes donde nosotros solamente distinguiríamos uno, y los antropólogos, que nuestros antepasados (cromañones y neandertales) tenían un sentido olfativo cinco veces más desarrollado que el nuestro. Así que, desde el punto de vista oliente, desde luego, nos hemos empobrecido.

Pero no nos entristezcamos por ello dejando de disfrutar de la angélica, el cardamomo, la albahaca, la bergamota, el eucalipto, el tomillo, el hinojo, el jazmín, la mejorana, el pino, la menta, el romero... nunca acabaría...

Hace ya muchos años, Renata me acompañó al río para preparar un examen de geografía humana. Hicimos algunas cosas, pero desde luego no preparar el examen. Era a finales de mayo y olía a madreselva.

Al examen me llevé una flor de madreselva, confiando en que su olor me hiciera recordar el tema que pudiera caer.

Pero suspendí.

Solamente conseguí recordar otras cosas.

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