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El único amor de José Antonio Primo de Rivera

3 de Junio del 2016 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

Estas líneas no son reflejo de afinidad ni de distancia respecto a José Antonio Primo de Rivera, sino que han sido inducidas por el artículo de Carmen Gómez Ojea titulado "Ochenta primaveras", publicado en LA NUEVA ESPAÑA del 19 de mayo, donde se lee que Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera "...habían empezado a tratarse como amigos, amantes, qué más da, pues lo sustancial es que se gustaban, simpatizaban, se miraban con ojos tiernos...". "Su relación sentimental, carnal, amorosa o de amistad...". Siguen unos párrafos que abundan en la idea, o vislumbre, de esa relación, sin que se citen sus fuentes.

En lo que sí están de acuerdo tirios y troyanos es en que el único amor apasionado y correspondido que tuvo José Antonio desde 1927 fue por una bellísima mujer, de la más alta alcurnia de la nobleza española, Pilar Azlor, duquesa de Luna y descendiente de los reyes de Aragón. La relación no pudo formalizarse por la oposición del padre de la novia, el duque de Villahermosa. A pesar de lo cual, José Antonio no perdió la esperanza y, según Ian Gibson ("En busca de José Antonio", Planeta, 1980), las relaciones continuaron en secreto, en Madrid, durante los primeros años treinta, y según añade César Vidal en su obra "José Antonio, la biografía no autorizada" (Anaya, 1996), José Antonio pudo encontrarse con su amor en el templo del Pilar de Zaragoza, en 1932, y darle un regalo; y en junio de 1935 coincidió en el parador de Gredos con una Pilar recién casada, a quien besó la manó, estrechó la del novio y felicitó a la pareja; fue un adiós que duró ocho años. José Antonio hubo de consolarse con amores efímeros y, en sus últimos meses, con su relación postal con una chica burguesa.

Por su parte, su sobrino y ahijado, Miguel, da cuenta en su libro "Papeles póstumos de José Antonio" (Plaza y Janés, 1996) de que entre los textos de su padrino estaba la novela "Alarico Alfós", quizá con base biográfica, que habla de un Alarico enamoradizo desde los 4 años de niñas de su edad y mayores, y que cuando crece no decae su gusto por el trato con las mujeres.

De lo que se sabe sobre la supuesta afinidad entre García Lorca y Primo de Rivera se desprende que –como entiende Carmen Gómez Ojea– obedeciera a la admiración del segundo por la obra poética y teatral del primero, sin ignorar la afición de José Antonio a escribir poesía, cartas, novelas, ensayos y demás... Por otra parte, ambos, que fueron víctimas de un mismo conflicto, compartían un mismo sentido social, aunque disintieran en cómo ejercerlo; uno a favor y otro en contra de aquella República.

El poeta Gabriel Celaya, quien tuvo un encuentro con García Lorca en San Sebastián en marzo de 1936, entiende que Federico, hablando de José Antonio, le dijo, en tono de guasa, "que todos los viernes cenaba con él: solemos salir juntos en un taxi con las cortinillas bajadas...". En cuanto a las tertulias en el bar La Ballena Alegre, citadas por Gómez Ojea en el texto aludido, se trataba, como dice, de tertulias separadas de los grupos de José Antonio y de Federico, a cuyo final cabía tomar una cerveza juntos; en todo lo leído hay unanimidad en que si bien se conocían, no hubo ni relación ni amistad entre ellos, sino que más bien García Lorca le rehuía en actos públicos (Ximénez de Sandoval, "José Antonio, biografía apasionada", Juventud, 1941), y no he encontrado dato alguno de que José Antonio Primo de Rivera fuera un uranista.

No es ocioso añadir que si se conservó la maleta con el mono y los papeles de José Antonio fue por obra del ovetense Prieto Tuero, quien, por intermedio de su albacea, hizo llegar a Miguel Primo de Rivera Urquijo las llaves de la caja fuerte del Banco Central de México, donde se guardaba.

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