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Un médico desde el lado del enfermo

2 de Junio del 2016 - José I. Fdez. Bernaldo de Quirós (Oviedo)

He tenido el privilegio de no haber tenido que visitar nunca a un médico y, por tanto, conocer en propia carne lo que es el sufrimiento. Ahora con 70 años he pasado una grave enfermedad, que en las manos del excelente clínico doctor Bernardino Díaz López, en quien deposité toda mi confianza, hizo que todo haya sido muy fácil, y me ha llevado también a conocer mejor otra gran personalidad como es el doctor Alejandro Braña. Como médico siempre le he tenido por un gran cirujano, pero en primera persona su figura ha desbordado todo lo imaginable. Desde el primer momento, me dio una gran tranquilidad apreciar de cerca su enorme experiencia y saber que las decisiones últimas en su servicio se toman colegiadamente en reuniones multidisciplinarias que él conduce con todos los especialistas implicados en los problemas oncológicos. Todo salió como él había previsto desde la primera visita, en una sola intervención la resolución del problema y la restitución funcional ortopédica. Todavía hoy no puedo creerme su audacia como cirujano; creo que hay personas que son insustituibles, por más que imagine que otros puedan recoger el testigo, pero ser un referente a nivel nacional es algo que sólo muy pocos pueden alcanzar. Ahora pienso qué enorme será la pérdida el día que se jubile, mas todavía está al máximo de sus facultades y destreza. Y no digamos su lado más humano, hay que decirlo, siempre tan cercano como madrugador, ya que es conocida su presencia en el hospital desde muy tempranas horas. Así queda tiempo para otras muchas cosas, a las que obliga ser jefe de uno de los servicios hospitalarios más complejos, además de presidente del Colegio de Médicos.

La estancia en su servicio me ha permitido conocer mejor el lado del enfermo. Nada he podido apreciar en tan alto valor como la figura de lo que los anglosajones llaman "hospitalistas", internistas integrados especialmente dentro de los servicios quirúrgicos, no como consultores puntuales de problemas urgentes, sino como supervisores con dedicación exclusiva del posoperatorio de los pacientes, conocedores de campos frontera entre lo médico y lo quirúrgico. El doctor Braña fue el primer cirujano en nuestro hospital que incluyó en los servicios de trauma la figura del hospitalista, concretamente y para mi fortuna a la doctora Carmen Palomo, a quien agradezco sin límites sus atenciones permanentes. Esta figura cada vez será más necesaria y me atrevo a decir que imprescindible para la mayoría de los servicios quirúrgicos si queremos mejorar la calidad y seguridad de la asistencia (ya que cada vez se opera a pacientes con más edad, con más patología asociada y complejidad de medicaciones crónicas), además de ser los responsables de dar continuidad asistencial a los pacientes ingresados.

También quiero expresar el alto grado de cualificación que he visto en los distintos profesionales que intervienen en el sistema, como enfermería, fisioterapeutas, auxiliares y celadores, todos perfectamente integrados y con una gran autonomía y, al margen de los aspectos sufridos por el personal ante un cambio de centro hospitalario de esta magnitud o de la forma en que se haya llevado a cabo, lo que más he agradecido como paciente ha sido su buen trato, siempre respetuoso y con cariño, que hizo mi estancia en el hospital más agradable. También debo añadir que mi opinión en otros aspectos como el equipamiento, la hostelería y la comida me han parecido más que excelentes. Me he ido del hospital dando las gracias de que podamos tener hoy tan cerca y disponible en nuestras manos un hospital de tan altísimo nivel y en el que el mérito y la cualificación sean los pilares que deben sostener un hospital considerado de referencia para toda la región. A todos los que tuve la ocasión de conocer y tratar, muchísimas gracias.

José I. Fdez. Bernaldo de Quirós, médico jubilado

Oviedo

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