Anillos, útiles y la sanidad pública
Recientemente he leído una noticia en LA NUEVA ESPAÑA en la que una familia pasó un calvario para salvarle un dedo a su hija. En la misma, la madre manifiesta su estupor e indignación por lo que califica del "camarote de los hermanos Marx"; intervinieron, según su versión, los sanitarios del hospital, el personal de mantenimiento, incluso los bomberos, y nadie fue capaz de solucionar el incidente. Sólo la pericia de un conocido y su marido, que compraron un utensilio que al fin logró cortar el anillo que fue causante de la desgracia. El útil en cuestión supuso a la familia un coste de cincuenta euros.
Esta persona muestra su enojo con la sanidad pública y les acusa de no disponer de tan elemental herramienta entre sus agujas hipodérmicas, bisturíes, pinzas, escalpelos, esparadrapo, gasas, apósitos, etcétera.
Mi experiencia me dice, cada día con más claridad, que la culpa es huérfana, nadie quiere asumir su responsabilidad. Y en este caso precisamente la interesada asume que parte de la culpa fue suya, pues, aun siendo pequeño, ayudó a su hija con jabón y agua a introducir el anillo en cuestión en el dedo.
Por inconsciencia e imprudencia, la culpa íntegra está claro a quién pertenece. Pero es mucho más fácil descargar sobre los demás e inculpar a la sanidad pública, como si ésta careciera de deméritos y fallos insuficientes. ¿Qué más útiles o herramientas deberían incluir entre su material? Por pedir que no quede.
Pues eso no, hasta ahí no, cada palo que aguante su vela, y esta vela no es de la sanidad ni de los bomberos.
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