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La estupidez de la pinza

1 de Junio del 2016 - Juan Goti Ordeñana

Se puede pensar en mayor estupidez que hablar de pinzas en una campaña electoral. Pues ahí veis al candidato del PSOE, que recurre a la idea de la pinza cuando no tiene o, al menos, no presenta ningún programa. De hecho, no es la primera vez, ya en otros tiempos recurrieron a esta imagen. Éste es un recurso general, un subterfugio, cuando se carece de argumentos para proponer un programa y cuando, en realidad, no han presentado ni una sola idea concreta.

¿Pero qué es una pinza, para que se recurra a esa imagen en momentos de apuro? En realidad, una pinza es un instrumento para sujetar o comprimir cosas, y consiste en dos piezas unidas por un muelle o pequeña palanca en el centro que se separan por los terminales mientras se hace presión con los dedos por los extremos.

No sé si el PSOE posee ese instrumento, pero se siente comprimido por dos ideologías de la derecha y de la izquierda. Debemos preguntarnos: ¿dónde se encuentra situado? El problema que se le presenta es que no tiene campo donde colocarse, es decir, que se ha desubicado. Y éste es su problema, que se ha salido y está fuera de juego.

Si examinamos su programa, no escuchamos más que quiere el cambio. ¿Pero qué es el cambio? En sí no es nada. El cambio exige ir hacia algún sitio, y para ello hay que marcar un objetivo y el camino para ir hacia allá. Y Pedro Sánchez, recurriendo tanto al cambio, no ha señalado en qué consiste: si es ir para arriba o abajo, para un lado u otro, para adelante sin programa, al vacío, o para atrás, al tiempo de Zapatero. Luego, no va hacia ninguna parte.

Subtítulo: La desubicación socialista

Y si un partido no sabe adónde va, ¿cómo puede pedir el voto? Se encuentra atenazado por su propia falta de seriedad y orientación. En los pasados meses, sabía que era incapaz de conseguir una mayoría solvente para constituir Gobierno y quedó probado que se había metido en vía muerta, pero no quiso reconocerlo y tomó el camino de enfrente, echar la culpa a los demás, y con la pinza sigue insistiendo en lo mismo. Se engañaba a sí mismo queriendo conseguir votos que no le daban, quedando en una flagrante minoría, y como no es capaz de reconocer su propia incapacidad, echa la culpa a los demás, porque no le aúpan al sillón de la Presidencia del Gobierno.

Una persona que no sabe medirse, que miente e insulta sin cuento, ¿puede ser candidato a presidir un Gobierno? Menos mal que alguien le advirtió de que en el enfrentamiento con Rajoy había insultado a su contrincante, y hubo un momento que lo reconoció. Todo el programa que llevó a cabo en aquellas elecciones de diciembre no fue más que insultar al partido que tenía enfrente y que, además, le venció, dejándole en ridículo, lo que a él y su equipo le debía haber llevado a una reflexión, pero en lugar de esto sale ahora con que le hacen una pinza. Las pinzas entre planteamientos tan dispares como el PP y Podemos no pueden darse; lo que se da es que Pedro Sánchez se ha salido de su sitio.

Para advertir este fuera de juego, no hay más que mirar al errático comportamiento del PSOE desde las municipales y autonómicas, sin recurrir a aquel Gobierno que nos dejó en la ruina, cuyas consecuencias han costado sangre y sudor superarlas, y ahora, en plena campaña, por si fuera poco, la inquietante postura que ha adoptado el PSC con Iceta, uniéndose a toda la movida de lo que sucede en Cataluña. ¿No le sería bueno a un partido de tanta tradición empezar a reflexionar y poner en su cabecera personas más asentadas?

Mal puede pensar en una pinza del PP y Podemos cuando el PSOE ha pactado con Podemos en tantas autonomías y ayuntamientos que están dando a conocer a los ciudadanos cuál puede ser el Gobierno de coalición en el que Pedro Sánchez está dispuesto a arrodillarse suplicando para conseguir un pacto con Podemos. Menos mal que las ambiciones de Iglesias, no las pinzas, le frenaron y le aparcaron.

Todo se aguanta en las campañas electorales, éstas son un pozo negro donde todo se oculta. A veces se oyen programas interesantes, aunque luego, por las circunstancias que vienen, no se llevan a cabo, pero, también, se predican despropósitos descabellados, mentiras calculadas y promesas imposibles de cumplir. La campaña es un zurrón donde todo se puede meter y, si llega el caso, olvidarlo. Que el PSOE siga pensando que su mal está en la pinza de los demás es un despropósito descomunal. Así no llegará muy lejos; lo que tendría que hacer es situarse en el campo de juego, y con un programa que responda a la problemática de las personas. Pues el valor político del PSOE no está en su historia, sino en lo que puede ser hoy, y sus posibilidades en las próximas elecciones están en que haga un programa de actuación coherente con las necesidades de la sociedad actual. Aunque esto parece imposible.

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