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Cuestión de agallas

26 de Noviembre del 2009 - José Manuel Fueyo Méndez (Oviedo)

Quizás al lector le parezcan muy distintas, pero a un servidor la «manifa» del 17 de octubre en Madrid le hizo recordar a la que en su día se organizó contra la guerra de Irak: miles de personas que salen a la calle de buena fe a defender una causa que consideran justa y a quejarse de una decisión del Gobierno de turno, pero al frente de la «manifa» van unos organizadores, que, más que defender causas justas, van a meterle el dedo en el ojo al Gobierno. Parece que a todos los organizadores de «manifas» de este país les afecta el mismo virus: tienen agallas para convocarlas cuando en la Moncloa hay un inquilino que no les gusta, pero cogen un rebote tremendo cuando las «manifas» son convocadas bajo gobiernos de su gusto. Y aunque ese cinismo hipócrita no es fácil de corregir, servidor promete pagar un café y un pincho a quien tenga las agallas de convocar una «manifa» contra el aborto cuando gobierne el PP o una «manifa» contra la guerra bajo Gobierno socialista, lo cual, por cierto, puede hacerse ya mismo, con motivo de la guerra de Afganistán. Ya sé, ya sé que los voceros «sociatas», que son legión, te tienen casi convencido de que la guerra de Afganistán es muy distinta a la de Irak. ¡Claro que son distintas: todas son distintas! En unas el telón de fondo es el petróleo, en otras el coltan, en otras razones geoestratégicas... Pero tú sabes de sobra que también todas las guerras son parecidas. Sobre todo se parecen porque en las guerras no suelen morir quienes las organizan, ni sus hijos o hijas, sino soldados y civiles inocentes. El caso es que los que parecían tenerle un enorme cariño a los iraquíes no les tienen el mismo amor a los afganos y no salen en su defensa. Además, les llaman talibanes, quizá para que parezca que no son personas: matar talibanes suena como matar bichos y parece menos grave que matar iraquíes, ¿verdad? Pues va a ser que no: matar talibanes es tan inmoral como matar iraquíes.

Volviendo a la «manifa» del 17-O, uno de los comentaristas más críticos con la misma fue el periodista Carlos Carnicero, que, en una tertulia radiofónica, tuvo las «agallas» de afirmar que las sotanas no tienen que estar en la calle, sino en las sacristías. ¡Esto es democracia y lo demás cuento! Algo así como si un servidor dijese que los periodistas deberían vivir encerrados en la redacción del periódico. Carnicero, Carnicero, que se te ve el plumero.

Otro que tal baila es el señor Amenábar. Por si no te suena este apellido te diré que es el de un millonario cineasta español. En cada película convierte en dogma de fe laica los diversos artículos del peculiar credo de los seudoprogres. Así, por ejemplo, recordarás que, en el más nombrado de sus filmes, «Mar adentro», cantaba y contaba las excelencias de algo tan superguay y megachachi como es la eutanasia. Ahora acaba de parir un nuevo filme, que los voceros seudoprogres nos quieren meter nuevamente por los ojos. Según comentan algunos que la vieron, en la peli de marras Amenábar y sus boys, a partir de cuatro datos históricos, tejieron a su manera una historieta del siglo IV, fundamentalmente para darle caña a la Iglesia. Y, como cada uno defiende lo suyo, este cura te sugiere, paciente lector, que no pierdas tu tiempo ni tu dinero con este tostón. Y no lo digo precisamente porque la película nos dé caña, porque los que nos dan caña alguna vez aciertan y nos pueden ayudar a corregirnos. Lo digo porque esta caña resulta demasiado cara: la película costó cincuenta millones de euros. Has leído bien: 50. Y parte de ese dinero es tuyo, porque, aunque detestes el cine, el Gobierno de turno le puede dar ese destino, sin permitirte que des tu «visto bueno», poniendo una «x» en tu declaración de la renta, como puedes hacer para otras cosas. Y sería de masoquistas engordar más a un millonario que se hizo millonario porque le pagan con tu dinero por darte puñetazos a ti sin ton ni son. ¿Crees, paciente lector, que Amenábar tendrá algún día agallas para meterse, por ejemplo, con los musulmanes en alguna de sus películas? Yo tampoco lo creo.

Pero, en fin, afortunadamente, todavía quedan personajes con agallas en medio de esta sopa de mediocridad en la que vivimos la mayoría. Tal fue el caso de Rafael Arnáiz, un burgalés que pasó su adolescencia y juventud en Oviedo. Pese a las limitaciones que le imponían sus frecuentes enfermedades, el hombre tuvo las agallas de coger el Evangelio con las dos manos y se metió trapense. Su vida fue corta, pero lo suficientemente meritoria como para que la Iglesia le canonizase el pasado 11 de octubre. No están mucho las cosas para crear nuevas parroquias en nuestra diócesis, pero, si algún día hiciese falta crear otra en Oviedo, podría llevar el nombre de San Rafael Arnáiz, un ovetense con agallas.

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