¿Para qué tantos servicios públicos?
Desconozco cuándo la sociedad en general y los gobiernos en particular terminarán dándose cuenta de que lo público debe rebajarse al mínimo imprescindible. Uno, por el bien del administrado, que verá cómo tendrá más liquidez al no tener que afrontar tanta burocracia institucionalizada y tanto doble gasto en sectores como la sanidad y la educación. Otro, porque ganará en libertad de elección en todos los ámbitos, pero más en aquellos que afectan a su salud física y psíquica, a su seguridad económica, a su vejez y a la tutela de sus hijos. Existirán menos competencias en los organismos públicos y, por tanto, menos motivos para caer en la tentación de apropiarse de lo ajeno, pues la casa que tiene muchas puertas difícil es de guardar.
Veamos un ejemplo real para darnos una idea. Sanidad: el derecho a la salud, tal y como lo define la OMS, de estado de completo bienestar físico, psíquico y social, no deja de ser una quimera y un brindis al sol, porque es a todas luces inalcanzable. ¿Que es una definición realizada a partir del final de la II Guerra mundial? Pues sí, pero pide a gritos su revisión, por algo más razonable. Pues bien; en este sector se nos va el mayor gasto de cualquier presupuesto y, por tanto, cada vez mayor aportación por el ciudadano, mes a mes, y, sin embargo, no cubre las necesidades reales del usuario; de tal forma que cada vez más enfermos pagan de su peculio la asistencia fuera del canal público, por lo que al final del año el gasto de cada familia por este concepto se duplica.
¿Qué decir de la educación? Pues más de lo mismo, otro de los sectores que sangra a las familias con hijos, por partida doble, pues si no optas por la que te ofrecen los organismos estatales, además de tus obligatorios pagos para su mantenimiento, debes hacer frente al transporte, al comedor y al coste real de la plaza escolar. Y estos son dos ejemplos que gravan por duplicado a todos los contribuyentes, de tal manera que no estaría mal ir pensando si merece la pena seguir manteniendo una sanidad pública de las dimensiones de la actual, donde se nos hace creer que es gratuita y ya puede comprobar el lector interesado que lo de "todo gratis" ni siquiera se queda en "todo a cien".
¿Quiere esto decir que aquellos que no tienen medios quedan en un total desamparo? No, en absoluto, pues nadie pide que se elimine la atención sanitaria, ni el derecho a la educación. Lo que sí se puede deducir es que las personas deberemos ser dueñas de nuestros actos, consecuentes con ellos y previsores con vistas a las eventualidades futuras previsibles o no. Mientras, la sociedad debe saber discernir por medio de sus órganos de gobierno y control quién es quién en esto de tener derecho; y hay a quien o quienes por humanidad, solidaridad o llámese como se quiera estamos obligados. Nadie sin asistencia sanitaria, nadie sin educación, nadie sin una vida digna, pero todos obligados a participar en que eso sea posible, y ello a cada cual según su capacidad. De esta manera haremos corresponsables, como así lo son, a todos los ciudadanos de la libertad que tienen de labrarse, si quieren, un futuro. A los poderes públicos sólo les corresponde facilitar y ordenar que esto sea posible.
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