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Del cambio al cambiazo

29 de Junio del 2016 - Justo Roldán (Oviedo)

Después de casi treinta y cinco años, 1982, Pedro Sánchez, aún secretario general de los socialistas que quedan y candidato a ser presidente del Gobierno de una España en la que no cree, ha sacado del baúl de la historia democrática contemporánea el eslogan que ya luciera, y con muy buenos resultados, pero con otro talante y talento, Felipe González. Pero hoy, la palabra "cambio" ya no significa lo mismo, ya no tiene la fuerza mediática que tenía en los años ochenta y, por tanto, su impacto, lejos de ser para alguien esperanzador, lo es de rechazo. Nadie sabe qué es lo que hay que cambiar, ni cómo, ni por qué. La inexperiencia del candidato socialista, unida a su equipo de asesores, algunos sin ninguna, salvo la de oponerse, y otros sacados de la foto raída de familia como Borrell, no casan con ningún cambio, que no sea aquel que Zapatero hizo: meternos en la Champions sin equipo, sin entrenador, sin dinero, sin juego y sin conocimiento racional alguno: de ahí que cuando nos vieron llegar, nos dieron media vuelta y nos exigieron que hiciéramos los deberes. Deberes que aún no hemos terminado, aunque hayamos pasado algunas pruebas, que, por lo menos, nos apartan del corralito al que íbamos sin remedio.

A lo que sí apuntan las encuestas es al "cambiazo", que no es otra cosa que relegar a la tercera posición a un partido histórico que ya agotó en muy poco tiempo todo el bagaje de aquellos 100 años de honradez. Y esto lo saben todos los pesos pesados del socialismo que ya son historia. Desde Ibarra, hasta Bono, y desde Leguina hasta Alfonso Guerra. Y ese cambiazo, de producirse, no cabe duda de que no es bueno para España, ya que se haría siempre según las últimas encuestas, a favor de los amigos del populismo griego y de los cooperadores al otro populismo latinoamericano, de cuyos resultados todos tenemos conocimiento claro y objetivo al día de la fecha; otra cosa es que hay incrédulos que piensan que aquello, lo de Grecia o lo de Latinoamérica, es mejor que lo ocurrido en Islandia, Alemania o el mismo Portugal. Y ése es el cambio que pudiera producirse si los españoles no andamos finos a la hora de votar el próximo 26-J.

Si quedan en España ciudadanos que piensen que lo que está ocurriendo en Cataluña, por poner un ejemplo, es de recibo, conmigo que no cuenten; si cabe en mente alguna que la desobediencia es el mejor camino para construir una sociedad más libre, más humana, más justa y más pacífica, es que aquí algo está fallando y se tiene que remediar de la forma que sea. Nadie puede permanecer ajeno, si es patriota de corazón, a la pérdida del prestigio de España, al intento de balcanización de nuestra patria, a la manipulación histórica de lo que antes fueron gestas, para convertirlas ahora en hechos que dicen reprobables contra la humanidad, como si de comunistas o fascistas se tratase. No pueden los cuerpos de seguridad del Estado ser puestos en solfa cada dos por tres por sus actuaciones en defensa de la seguridad de los ciudadanos, de sus bienes y de su integridad. De igual manera, no es comprensible que parlamentos autonómicos desoigan las leyes de la nación, legislen contra la libertad de todo español de establecerse en cualquier punto de la geografía de España, sin que sus derechos sean menos que los de los miembros de la comunidad donde decidan su residencia.

La Constitución tiene que ser respetada, y el Gobierno, darse a respetar. Las leyes obligan a todos por igual y deben ser de obligada observancia y cumplimiento en todo el Reino. Si todo lo anterior hay quienes no lo quisieran cumplir, la Constitución otorga poderes especiales para que la unidad de España sea salvaguardada por quienes tienen el deber, por juramento o promesa, de defenderla. De tal modo que llegados a este punto esperemos que la racionalidad de los españoles, junto con los recuerdos heroicos de muestra historia, de nuestra cultura heredada de nuestros antepasados, de nuestras tradiciones defendidas con sangre, sudor y muchas lágrimas, no sea mancillada por quienes aún hoy siguen defendiendo los intereses de terceros que en nada estiman a España.

Ése puede ser el cambiazo que nos den, si creemos en los cantos de sirena, de quienes actúan como el caballo de Troya, que se regala bien, pero que contiene envidia, lucha de clases, rencor, odio y otra vez de él saldría otro nuevo fantasma que recorrerá Europa y España, pero esta vez aprovechando la buena fe de quienes admitimos por solidaridad a muchos que después se quedan con nuestra casa, imponen sus leyes y gobiernan nuestras ciudades.

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