La Unión Europea esconde su dignidad
En Idomeni, ese campo de refugiados improvisado que nunca debiera haber existido, Europa está ocultando su dignidad. Improvisado en 2014, el campo ha existido sin que hubiera un plan para cerrarlo. Y han tenido que pasar dos largos años para conseguirlo. Las personas que han permanecido bloqueadas en la frontera de Grecia con Macedonia, tras el cierre de la llamada "ruta balcánica" por parte de este último país, han sumado calamidades y humillaciones vergonzosas sin que Europa fuera capaz de detenerlas, incluido el lanzamiento de gases lacrimógenos y bolas de goma.
Ahora, aquellos refugiados atrapados en medio de las tensiones políticas y de seguridad están siendo evacuados hacia centros de acogida oficiales al norte de Grecia, donde es de esperar que las condiciones sean más dignas y dispongan de mayores facilidades para realizar los trámites burocráticos necesarios que les permitan salir del atolladero en que se encuentran. Grecia, que carga con su descomunal crisis económica, debió hacer frente a una situación que le superaba totalmente, en la que, por fortuna, ha contado con la estimable colaboración de diversas ONG.
Por su parte, Alemania ha propuesto en aquel foro una estrategia europea combinada bajo la dirección de un comisario especial. La canciller alemana, Angela Merkel, una vez más, ha demostrado tener más valentía y claridad de ideas en la defensa de los derechos humanos que sus colegas europeos.
Más que resolver, hasta ahora la Unión Europea ha intentado detener el flujo de refugiados a base de cumbres inútiles en las que las decisiones tomadas quedaban aparcadas en el limbo.
La muestra de esta inanidad claramente es España, adonde estos días arribaron 20 refugiados procedentes de Grecia y se suman a los 18 llegados con anterioridad. Son escuetas cifras que sonrojan a la biempensante población española.
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