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Señor oncólogo, lo que queremos saber

5 de Junio del 2016 - José Viñas García (Oviedo)

Sabemos que es una especialidad llena de fracasos, cargada de frustraciones, porque en su escrito queda reflejado en su pregunta ¿cuánto quieren saber acerca de su cáncer? ¡Yo se lo digo! Quieren noticias esperanzadoras sobre todo, pero ustedes, para curarse en salud, quieren sacarlo todo y decirles que les queda poco de vida incluso con los tratamientos de que disponen (así quedan descansados y libres de presión con enfermo y familiares), seguro que habrá muchos que le dirán, "doctor, dígame todo", pero otros tantos no querrán saber o esperan de ustedes un hilo de esperanza, que siempre debiera estar disponible en cualquier diagnóstico.

Dice que no quiere que un día le digan a usted que no han tenido tiempo de arreglar sus asuntos. ¿Qué asuntos son más importantes de arreglar que mantener a un enfermo con la ilusión de que pelea hasta el último instante por salvarse de la enfermedad que le acecha? ¡Déjense de buscar excusas para esconder su incapacidad o justificar su inoperancia ante este tipo de enfermedades!

Señor doctor, ¿por qué no hacen un examen de conciencia de que eligieron la peor de las profesiones? Un cirujano, en la mayoría de los casos, tiene éxito, otro tipo de especialidad lo mismo, pero la suya es el fracaso en un 80 por ciento y todo ello lo llevan ustedes dentro cada día y cada hora, sé que es cruel. Pero es su dedicación.

Para salvar estas situaciones, un día le decía a otro colega suyo que lo que quieren los familiares y enfermos es el mismo trato que le daría usted a su madre, hermana o hijo en la misma situación (ni más, ni menos). ¿Es lo mismo lo que querría saber su familiar querido a lo que usted le diría o haría por él? Saben que los protocolos médicos son directrices carentes de sensibilidad, ilusión y esperanza; ustedes se aferran a ellos como lapas para que su mente quede libre de peso de conciencia. Si fuera un hijo suyo, su hermana o madre le escondería todo mal, le diría, como le debiera decir al resto, que tiene una enfermedad grave, pero que harán todo lo posible por sacarle de ella, sin meterla en esa planta anacrónica (que, por supuesto, tiene su aplicación en muchos pacientes seniles o con una clara y palpable dirección sin retorno de su enfermedad), la planta de cuidados paliativos, donde sabe que de allí no saldrá con vida. No se puede meter allí a un paciente consciente y que lo único que le aplicamos es días de dolor y sufrimiento a él y sus familiares. Tiene que haber habitaciones hospitalarias menos sospechosas de una eutanasia que no elige el enfermo, si no ustedes.

Ahora bien, si quieren entrar en el tema de la eutanasia, lo haremos, pero son muchos los enfermos de cáncer y varios de ustedes que no saben todavía el camino a seguir, sobre todo para quedar libres de responsabilidad y con la conciencia tranquila.

Pueden aplicar mientras este protocolo: los enfermos de cáncer quieren saber y tener la misma esperanza, seguimiento, tratamiento que si fuera un familiar cercano suyo. Aplicando esto, ya no debiera hacerse ninguna pregunta.

Señor oncólogo, para nada quiero inquietarle o preocuparle, pero siempre que traté con ustedes me rechinan esos protocolos llevados a rajatabla. Respeto su profesión como no podría entender usted, pero sean capaces de sobrellevar el fracaso científico a cambio de unos argumentos psicológicos que ayuden en esos últimos instantes a familiares y enfermos. Creo que su profesión debe reciclarse y dedicar más a la parte humana que a unos tratamientos que en su mayoría fracasan sin asumirlos ustedes mismos.

Además, usted lo dice, cada paciente es único y especial, lo que en uno fracasa puede que en otro tenga su resultado positivo. ¿Por qué, entonces, decirle a nadie que le queda un año de vida? A mí me lo dicen y seguro que me voy antes, ¿cuántos están vivitos y coleando diez años después a pesar de que alguno de ustedes le dijera sólo unos meses?

Un abrazo y un reconocimiento inmenso a su labor diaria, señor Carlos.

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