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Dicen las monjas desde Venezuela

9 de Junio del 2016 - Javier Arjona (Siero)

Hay quienes no hemos dejado de comer en casa con la rutina de siempre. Hay quienes ya resienten la falta de alimentos, el dolor de la muerte ante la falta de un medicamento, el dinero disminuido a fin de mes. ¿Cómo valorar las mayorías y las minorías en las resistencias de modelos políticos, unos enquistados usando su poderío histórico; otros en alternativas y sin mayor experiencia de gobernar siendo señalados para descartarlos del imaginario mundial?

No pudieron tumbar al presidente Chávez las dos veces que pararon la industria en el 2002 y el 2003 porque el momento histórico de relaciones políticas y gobiernos alternativos en América Latina era otro. Se vivía el mejor tiempo de solidaridad e integración. Doce años de estrechas relaciones de intercambio comercial, de unión de fuerzas para evidenciar que otras formas de negociación e intercambio comercial eran posibles, más allá de los ámbitos mercantilistas y pagos de intereses. Esas relaciones nos salvaron de un golpe de Estado en aquel momento. Pero ya las condiciones relacionales gubernamentales en América Latina son otras y el golpe de Estado puede venir. El Gobierno norteamericano vaticina que Maduro no llega a diciembre. Ese gobierno norteamericano que nos considera una amenaza, como si nuestro gobierno les hubiera hecho daño, o hubiera invadido otros países como lo hacen ellos.

En estos 17 años de esplendor latinoamericano, las eternas élites que gobernaron nuestras tierras para enriquecerse y dejar a los pobres en su lugar de pobres tuvieron el tiempo suficiente para estudiar cada país, reorganizar sus fuerzas y arremeter hoy contra nosotros sin medida ni compasión. No nos perdonan que hayamos intentado querer tener nuestras propias formas de gobierno, de decir y hacer, desde América Latina, no desde la banca mundial ni desde la concepción europea colonialista. Las dignas dinastías de familias educadas en colegios y universidades católicas para gobernar (no se dice para oprimir) han pasado mucho tiempo sin hacerlo. Es esa la casta política que hoy destituye a Dilma Rousseff acusada de una corrupción no comprobada, pero es su palabra de mujer dirigente de un partido de trabajadores contra la palabra poderosa de empresarios con inmunidad parlamentaria.

No son los hechos los que más hablan de nuestros gobiernos de izquierda: la seguridad social, la estabilidad laboral, la educación en nuestros pueblos, sino los orígenes de clase, etnia y género de presidentes como Dilma, Evo, Chávez, o Maduro. Esos orígenes no son confiables para las familias de bien y clásica democracia mundial heredada de conquistadores. Esa casta, ese grupo acostumbrado al poder gubernamental no le ha podido ganar elecciones al Partido de los Trabajadores de Brasil ni al Partido Socialista de Venezuela. Sólo el legítimo agotamiento en una parte del chavismo ante esta situación nuestra le dio un Parlamento opositor a Venezuela. Esos grupos de poder, esas empresas, esos intereses financieros han aprovechado la crisis mundial de la economía, los errores de las dirigencias gubernamentales de la izquierda, el hastío que produce la manipulación de información en las poblaciones, y destruyen gobiernos legítimos. Luego de los acontecimientos en Brasil, es más cierta la probabilidad de golpe de Estado en Venezuela o destitución de Maduro por cualquier vía, hasta por el democrático mecanismo del referéndum, habiendo agotado a este pueblo con la falta de alimentos.

Antes de morir el presidente Chávez teníamos la mayor sensación de felicidad colectiva de nuestra historia.

Nuestra tasa de desempleo, que en 1999 superaba el 12%, hoy se ubica en el 6,7%; nuestros niñas y niños van diariamente a las escuelas con morrales y útiles escolares dados por el Ministerio del poder popular para la educación; la pobreza extrema se redujo del 23,4% de la población a alrededor del 8%; casi dos millones de personas fueron alfabetizadas; la tasa de escolarización aumentó del 43% al 77% en la educación inicial, del 48% al 76% en la educación media, y se aumentó el número de universitarios del medio millón en el 99, a los más de dos millones y medio que tenemos hoy. El 83% de las personas de tercera edad, más de tres millones, han sido incluidas en el sistema de pensiones del Estado. Entre las nuevas pensionistas nos encontramos las religiosas del Sagrado Corazón de Venezuela, que hoy vivimos de nuestros sueldos remunerados, de la seguridad social y pensiones.

Más que la falta de algunos alimentos e insumos médicos y medicinas, nos preocupa la posibilidad muy cierta de que el triunfo en Venezuela de la industria capitalista, por cualquier medio, implique perder la mayor suma de seguridad social, salarial y educativa que jamás tuvimos. Nos vemos en el porvenir ante el espejo de los despidos masivos del nuevo Gobierno argentino, y en la eliminación del Ministerio de la Cultura del nuevo Gobierno de Brasil que debería ser provisional y ya gobierna como totalitario.

Ante las preocupaciones de las y los compañeros del mundo entero, les decimos que cada día es día de resistencia, preocupación y ocupación para sostener el tejido relacional solidario ante tanta exacerbación del individualismo, ante tanta especulación con el presente y tanto nerviosismo con el futuro. Cada día se necesita renovar esperanzas que resguarden la memoria de lo conquistado en justicia y dignidad, para evitar la tentación de volver la vista atrás y convertirnos en estatuas de sal. Necesitamos recuperar la confianza en la propia humanidad y en otras formas de poder construido colectivamente y a nuestro ritmo. Urge seguir reinventando la política y sus distintas formas de políticas públicas a favor de olvidados de la historia y vencidos de hoy por las industrias bélicas e informativas, que no perdedores en la búsqueda de otro mundo más justo y sororal.

Agradecemos la solidaridad y la disposición para oír distintas voces de nuestra realidad.

Hermanas del Sagrado Corazón en Venezuela. Caracas, 17 de mayo del 2016.

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