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El lobo y los ganaderos

5 de Julio del 2016 - Alejandro González Lada (Urbiés)

En junio de 2013 leí una noticia que informaba de una plaga de sarna que estaba afectando a corzos, rebecos y venados. Siendo como era época de subir el ganado a los puertos, entre los ganaderos se generó un malestar que desembocó en una protesta contra la Administración, porque, al final, el ganado que subía a esos pastos podía acabar contagiándose, con todo lo que ello suponía. Como consecuencia de este problema, escuché a un biólogo hablar sobre el tema y el origen de dicha enfermedad era incierto, pero las consecuencias que tenía y el problema de su proliferación estaban claros: la desaparición del lobo. Según sus explicaciones, el lobo, como depredador, aunque sólo apreciamos su aparición cuando hay víctimas entre el ganado doméstico, ejecuta una labor indispensable en la naturaleza, porque elimina a los animales más débiles o enfermos, lo cual revierte en una necesaria calidad de la raza.

Hoy leo que el FAPAS localizó lobos con sarna y me pregunto: ¿es casual que este hallazgo se produjera días más tarde de los supuestos ataques de lobos a varias reses en el Principado?

No soy ganadero, pero viví siempre en el campo y, desde luego, no voy a ir en contra de los ganaderos en general, pero esto merece una reflexión que en muchas ocasiones es imposible llevar a cabo porque enseguida te tachan de ecologista de los..., animalista, etcétera.

Para empezar, los daños que son causados por los lobos deberían pagarse sin dilación, siempre y cuando se acredite que los ataques son producto de esta especie; el problema es justificarlos y demostrarlos. En 2014 la fiscalía acusa a 200 ganaderos de cobros fraudulentos; con la colaboración de los guardas autonómicos, se llegaron a cobrar dos indemnizaciones a la vez por la muerte del mismo animal; las cantidades defraudadas iban desde los 800 hasta los 65.000 euros. La llamada "trama del lobo" sorprendió a la Guardia Civil cuando vio indemnizaciones de hasta 150.000 para uno de los casos, en Ponga, en donde a la foto de un animal muerto se le achacan distintos daños en diferentes fechas.

Con todo esto no pretendo apuntar con el índice a los ganaderos en general, pero sí quiero llamar la atención sobre ciertos comportamientos que, al final, lastran el desarrollo de la ganadería en general y, por supuesto, complican la indemnización a que tienen derecho como consecuencia de un ataque del lobo.

Aborrezco pasar delante de un prau, abandonado, lleno de helechos, sin cierres y oír: "Fulano lo tiene todo abandonado, ni siega, ni cierra, pero como tiene una subvención, compra la hierba en Castilla y deja las vacas sueltas todo el año por el monte". Esta gente no debería tener subvenciones, porque no contribuyen a la mejora de la ganadería, todo lo contrario, los fondos que se reparten en Asturias, que deberían redundar en una mejora del campo asturiano, viajan a tierras de Castilla, convirtiendo los pastos de Asturias en montes abandonados. Eso sí es criticable, eso sí es denunciable, porque quien realmente vive del ganado y merece esa subvención posiblemente se vea privado de ella ante quien no debería recibir nada. Del mismo modo, cuando se producen quemas incontroladas en los montes, el sector ganadero debería expresar una condena unánime, porque, lejos de contribuir a la mejora, empobrecen la tierra que calcinan, eso cuando no causan estragos en infraestructuras o, peor incluso, se llega a pérdidas humanas.

La exhibición de un tejón colgado de un eucalipto en Parres, de la cabeza de un lobo en Salas o el cuerpo de un lobo en Lena no es un acto propio del siglo XXI y sí de una sociedad anclada en la Edad Media, y esto debería suponer una reflexión de quienes ven en estas especies el motivo de sus desgracias. ¿Qué daños puede ocasionar un tejón al ganado?... Es complicado hablar sobre este asunto sin que salten chispas, insisto, pero el problema del lobo yo creo que está camuflado bajo otros que hacen que éste sea la gota que rebosa el vaso: el bajo precio del ganado de carne, de la leche, los daños del jabalí en pastos privados y comunales, las subvenciones a ganaderos con prados-monte. Todo esto, sumado a la pérdida de las reses que deben permitirles subsistir, forma la combinación perfecta para desahogar todo ese malestar contra la especie que quedó marcada desde el origen de los tiempos como rival en la lucha por la supervivencia.

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