El hundimiento
El otrora partido de gobierno, el PSOE, se hunde sin remedio. El panorama al que se enfrenta en estas elecciones ha sido descrito con acierto como el de guillotina o silla eléctrica. La pregunta que me ronda es que si alguien dentro de la formación se ha planteado algo parecido a que las causas les vienen de dentro.
Ellos se lo han ido buscando. Se fueron saliendo de su eje natural para convertirse en una continuidad del otro gran partido, apenas diferenciables uno de otro para una parte de la población, que quedaba huérfana de representación, impelida, también, por el sistema electoral, que penalizaba severamente a la tercera formación más votada.
Henchidos de éxito, en el PSOE nadie se detuvo a reparar en la dramática desafección de una gruesa parte de su electorado tipo, la gente aprovechaba el día de las elecciones para irse de campo, y estos o aquellos eran capaces de gobernar sin sonrojo, aunque hubiera hecho novillos a las urnas más de la mitad de los convocados. Se repartían ministerios, consejerías o alcaldías como la banda de Alí Babá en la cueva y Santas Pascuas. Hasta que apareció otra propuesta.
Más allá de que esa otra oferta sea una solución o más problema, lo esencial hasta ahora es que al PSOE le han comido la merienda, en tiempo récord además. No son necesarias encuestas para comprender que en esta nueva formación han sabido ocupar la plaza vacante, pactar a su izquierda para recuperar a una anémica IU y entrar vigorosamente en la segunda plaza al menos.
En el PSOE se siguen comportando como un gigante con los pies de barro, demostrando a cada minuto que su colosal estructura ya no es de este tiempo. El peso de sus barones puede tanto o más que sus cabezas visibles y muchos se preguntan si esos tales barones no quedaron ya amortizados hace lustros y no sería conveniente que disfrutaran de sus bien ganados planes de retiro, incluso en hidroeléctricas o telefonías. Ejemplo notable de esto que digo es el patetismo del expresidente González, señalando al rival a batir fumando puros desde el yate de un amigote millonario y advirtiendo de los peligros que se nos vienen.
Lo exhiben como al Cid, ya tieso, como si pudiera ganar aún batallas con su mera estampa. ¿Nadie se atreve a decirle que su imagen otorga mil votos por segundo a otro partido?
Pues así están. Llevan perdiendo votos en una sangría de años, incluso en Andalucía, que ya es decir. De manera que lo único que se me ocurre opinar es que la silla eléctrica o la patada en el trasero se la tienen merecida.
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