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Conclusiones tras un robo

19 de Junio del 2016 - Alberto Sorribas Menéndez (Oviedo)

Hace unos meses, en nuestro domicilio de Oviedo, fuimos víctimas de un robo. Como casi todas las mañanas, salimos mi mujer y yo para hacer las compras del día y dar un paseo; salimos a las once y treinta de la mañana, y regresamos a las dos y veinte de la tarde.

Al disponernos a abrir la puerta del piso, no nos hicieron falta las llaves, pues la puerta entornada se abrió sola. Tras un leve empuje, el panorama que se presentó ante nuestros ojos fue desolador: ropa desperdigada por el suelo, libros, cuadros, adornos, etcétera. Seguimos por el pasillo y todo igual, archivos de facturas, todo desparramado por el suelo, y de las habitaciones, armarios forzados, cortinas desgarradas, todo un acto de vandalismo.

Avisamos a unos vecinos que nos recomendaron, lo primero, avisar a la Policía. En efecto, nos pusieron en contacto con el 112 y en apenas cinco minutos vino una pareja de la Policía Nacional, que nos recomendó no tocar nada y que ellos mismos se ponían en contacto con la Policía científica.

Cien minutos después allí estaba otra pareja, hombre y mujer, que empezó a buscar huellas por todas partes. Nosotros ignoramos si las había.

Aquellos policías, ante el estado de nervios que padecíamos, nos atendieron psicológicamente, como lo habían hecho los anteriores, y nos recomendaron avisar al seguro, cosa que hice y nos contestaron que el lunes nos enviarían un perito, para calibrar las pérdidas (el robo fue el viernes).

Tuvimos que avisar a un cerrajero para reparar la destrozada puerta, así como las cerraduras, para no pasar la noche sin puerta.

No se dignó pasar, al menos, un representante para conocer en directo nuestra situación.

Y, ahora, por lo que pasó después, no sólo nos robaron los ladrones, pues no sé qué calificativo poner a Hacienda, al seguro y al banco, pues el apaño que nos hizo el cerrajero, ochenta y un euros y céntimos, venía con el veintiuno por ciento de IVA y eso que en la factura contaba la palabra "por robo". A continuación, me manda el seguro de la comunidad un talón por el importe de la reparación de la puerta, y como no tengo cuenta en ese banco, tengo que ingresar el talón en mi caja, y con gran estupor me ingresan tres euros menos "por comisión".

El seguro me hace un ingreso, correspondiendo en este caso el 10 por ciento de la cantidad asegurada, ya que, al parecer, todo lo de valor hay que guardarlo en una caja fuerte que al menos pese cien kilos.

Pobres paredes, para tanta caja, ya que los ladrones se lo llevarían en sus bolsillos.

Después de esta experiencia, los únicos que se salvan son la Policía Nacional y la científica, que con su buen hacer y su profesionalidad nos atendieron psicológicamente y amortiguaron aquel mal rato que no deseo a nadie. A ellos nuestro agradecimiento y a ellos toda nuestra solidaridad. Ahora se me vienen a la memoria personas que hasta pueden llegar al Gobierno de España, y recuerdo cuando un individuo decía aquello de que cuando pateaban a un policía indefenso en el suelo casi tiene un "orgasmo" y que se le saltaban las lágrimas. A mí no me parece que esta clase de personas tenga lágrimas para llorar por nadie.

No sé si ante este lagrimeo intervino la justicia, que yo sé que existe, lo que aún ignoro es dónde está.

Alberto Sorribas Menéndez

Oviedo

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