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Un día caerán los muros

13 de Noviembre del 2009 - J. Jesús J. Suárez González (GIJON)

En la noche del 8 de Noviembre de 1.989 caía el Muro de Berlín, pero esto no era mas que una consecuencia del desmoronamiento de la URSS. Ahora se habla de que fue una sorpresa y que nadie lo previó, pero no es totalmente cierto. En efecto, en las tesis y las resoluciones del IX Congreso del PCE, celebrado en Madrid en Septiembre de 1.978, es decir, 11 años antes, ya se decía que el régimen soviético tenía los días contados. De todos es sabido que el entonces secretario general del PCE, Santiago Carrillo, junto con el francés Marchais y el italiano Berlinguer, había abanderado el llamado Eurocomunismo que, en definitiva, reivindicaba el derecho de los países europeos a buscar su propio camino hacia el socialismo. La condena, tiempo atrás, por parte del PCE de la invasión soviética de Checoslovaquia, como luego se hiciera con la de Afganistán, era la prueba del nueve de la inequívoca vocación democrática de los comunistas españoles. Por supuesto, Carrillo no podía ni aparecer por Moscú. Eso no quiere decir, ni de lejos, que cualquier persona que analice la Historia sin estar demasiado mediatizado por sus ideas políticas, no tenga mucho que agradecer a la URSS, desde su apoyo al gobierno legítimo de la República, hasta su contribución decisiva a la derrota del fascismo y de los nazis. Hay 21 millones de razones, los ciudadanos soviéticos muertos en la Segunda Guerra Mundial, para estar eternamente agradecidos. Pero, al margen de constatar que D. Santiago bien podría haber hecho carrera como futurólogo, había informaciones que pusieron en alerta a algunos servicios de inteligencia, como la CIA, de que algo podía pasar, porque la debilidad del régimen soviético era manifiesta vista la nula o muy escasa respuesta que se estaba dando a algunas situaciones internas de inestabilidad. El desmoronamiento de la URSS no fue cosa de un día, ni tan siquiera unos pocos años, pero tuvo sus detonantes que fueron, primero la derrota en la guerra de Afganistán y después (eso es menos conocido) la insurrección de las repúblicas islámicas transcaucásicas. Incluso Rusia podría haberse desintegrado si no se hubiera frenado esa dinámica en Chechenia. Quien iba a decir que, además de la presión Occidental, las ansias de libertad y los graves errores del sistema, fueron los islamistas los que derribaron el Muro de Berlín. Sirva como aviso a navegantes.

Aquel frío día de Noviembre fue de gran alegría para los alemanes, pero sumió a mucha gente progresista, en todo el mundo, no solo a los comunistas, en la perplejidad. Desaparecía un referente, un contrapoder. El capitalismo cantaba victoria y se proclamaba el pensamiento único, se había terminado la Historia. Pero después ha estallado la crisis y los ciudadanos y mucha gente de izquierda, que ya casi se habían vuelto de derechas, han empezado a reflexionar. Sigue habiendo muros enormes, el que separa a los pobres de los ricos, el que, en muchos países, separa a los hombres de las mujeres, el que, levantado por los sionistas, separa a los palestinos de su propia tierra, el que Marruecos ha erigido para condenar a los saharauis al desierto, etc. De esos no nos van a hablar, ni esperan que celebremos su derribo. Nada tiene que ver la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS con la muerte de la izquierda, ya quisieran.

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