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El lobo, ¿inocente o culpable?

20 de Junio del 2016 - Manuel Díaz Menéndez (Forcinas (Pravia))

En estos días en que corren ríos de tinta a favor y en contra del lobo, queremos retrotraernos en el tiempo para recordar a un gran hombre, a un gran naturalista, al hombre que en la década de los años setenta y ochenta nos enseño, a través de la TV, a descubrir, a amar y a saber respetar a nuestra madre naturaleza. Naturalmente, nos estamos refiriendo al gran Félix Rodríguez de la Fuente. En su interesante trabajo de investigación sobre el lobo, Rodríguez de la Fuente expone con claridad mediante imágenes estremecedoras cómo este canido, que ocupa lo más alto de la pirámide de la vida salvaje en España, "no mata por matar, sólo lo hace para sobrevivir", señalaba en uno de sus programas el prestigioso naturalista; y para apoyar su tesis nos mostraba unas imágenes en las que se veía cómo una manada de lobos oteaba desde lo más alto de unas rocas, para descubrir el vuelo de unos buitres que les indicaba la presencia de carroña, que, con la ayuda de estas grandes rapaces, ellos se la iban a arrebatar para comérsela.

Sobre el lobo decía Felix Rodríguez de la Fuente que "o se le odia, o se le venera: no existen términos medios".

Regresando al presente, y más concretamente al gran debate abierto entre la sociedad asturiana sobre la cada vez más frecuente presencia de la fauna salvaje en territorios en los que hace años era impensable que pudieran llegar, me gustaría recordar literalmente lo que escribíamos en LA NUEVA ESPAÑA con fecha 6 -11-2015: ¿Asturias sin llobos no sería un paraíso? Probablemente, lo sería menos; ahora bien, también cabe preguntarse: ¿nuestra región, en su conjunto, habría logrado conseguir el patrimonio ecológico natural de altísimo valor que hoy tiene si detrás no hubiese estado siempre la mano del hombre?

Lograr un equilibrio y una compatibilidad entre la fauna salvaje y la ganadería no es tarea fácil, pero el campesino asturiano nos ha demostrado a lo largo de los siglos que es posible conseguirlo, siempre que desde los poderes públicos no se pretenda que esa balanza se incline siempre hacia el lado de lo salvaje. Toda nuestra numerosa y variada fauna ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días gracias a la presencia del hombre en el medio rural; si no somos capaces de mantener ese equilibrio, podríamos estar en vísperas de encontrarnos el día menos pensado una piara de jabalíes fozando por el Campo San Francisco, de Oviedo, o una manada de llobos merodeando por las laderas del monte Naranco.

Desgraciadamente, aquellos presagios que nosotros, hace menos de un año, anunciábamos como algo posible, están siendo hoy ya una triste realidad. Contemplaba en la TPA hace escasos días cómo un joven de Cangas de Onís, José Luis Alonso, de 21 años, desde lo más alto de los Picos de Europa, donde cuida sus rebaños de cabras, ovejas y vacas, confesaba que su mayor ilusión era la de seguir los pasos de su abuelo: "Poder seguir elaborando el mejor queso de Cabrales". Pero, a renglón seguido, el joven añadía con cierta tristeza que "el lobo ye el único que me echa pa'trás".

El lobo está siendo un verdadero quebradero de cabeza en Asturias, tanto para los ganaderos, que ven cómo sus rebaños de reses son atacados cada vez más por este animal, y también lo es para la Administración regional (Consejería de Agricultura), que no es capaz de buscar una solución que contente, por una parte, a los ganaderos, que son los más perjudicados económicamente, pero también a los grupos ecologistas, que hacen responsables a estos últimos de tomarse la justicia por su cuenta, matando lobos que luego se exponen como trofeos en venganza por las masacres que están ocasionando.

En mi modesta opinión, una cosa está clara: las zonas rurales de Asturias, donde estas dos especies salvajes, jabalíes y lobos, principalmente, han tenido su asentamiento y su hábitat natural durante siglos, han quedado prácticamente despobladas de seres humanos, no existiendo o siendo ya muy reducida la actividad ganadera y agrícola, lo que trae consigo la falta de alimentos para una población incontrolada y en constante expansión de estas dos especies. Conseguir reducir ese censo y mantenerlo dentro de límites aceptables para ganaderos y ecologistas es el reto que tiene por delante la responsable de la Consejería de Agricultura, la praviana María Jesús Álvarez.

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