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¡Dar posada al peregrino!

25 de Junio del 2016 - Antonio Valle Suárez (Castropol)

Desde lo alto de la caseta donde duerme "Duna", cantan desentonados unos chirriantes gorriones reclamando y tratando de reunir a sus atrevidos pichones dispersos por el jardín, que habían intentado volar sin conseguirlo del todo. La primavera loca toca a su fin para dar paso a un incierto verano. Incierto como siempre ocurre aquí, en nuestra querida Asturias. Pero a pesar de todos los pesares, maravillosos veranos los nuestros, que comienzan con los días más largos del año: con luz y sol muchas veces, con playa, nubes, vientos suaves del Este y acompañada toda esta miscelánea meteorológica con algún que otro barruzo, tan maravilloso para descansar del diario ajetreo. Este conjunto paradisiaco lo podemos observar, tocar, oler y degustar desde infinidad de escenarios: desde la cocina al terminar de comer o, si es usted un privilegiado, ya al terminar el diario desayuno delante del huerto después de catar unas fresas, recién cogidas, mezcladas con el olor de la reina luisa. Todo acompañado de la incertidumbre que nos presenta en forma de ¿qué ocurrirá mañana? Todo bueno, mal que le pese al mal informado hombre del tiempo. Estamos felices y contentos.

Son ya casi las doce del mediodía y junto con mi amigo Bras, un pesado jubilado, descansamos ambos en un banco del Pelamio. Hoy está pensativo y cabizbajo. ¿Qué te pasa, viejo?, le comento. Contestándome sobre la marcha:

"No puedo con esas noticias que se dan en algún diario, en los menos, y que no se comentan en otros, ni en la televisión, ni en la radio, ni en la tienda, ni en el bar, ni en el hogar del jubilado, adonde vamos a jugar a los juegos de azar. Es más, ni se menta en muchas homilías".

Le contesto: "Pero, ¿qué noticias, las de la Roja?".

"No, home, no, me refiero a esos pobres desgraciados. A esos que se juegan la vida escapándose de las guerras y de las hambrunas que ni ellos inventaron y que ni siquiera provocaron. A esos de los que llega la mitad de los que salen, que vienen a la rica Europa en busca de cobijo; sin hogar, sin dinero, sin bienes de ningún tipo, desnutridos, con sus hijos llorosos y sucios cogidos de su mano y jugándose todo a una sola carta. A esos que, saturados de calamidades, lo mismo les da vivir que morir. Y aquí, en la vieja Europa, con su sede responsable en Bruselas, incumpliendo el derecho internacional que protege los derechos humanos legalmente reconocidos, y no pasa nada. En demasiados pueblos de Europa y, más concretamente, también en los de la Asturias rural y despoblada, con sus pueblos y aldeas con casas cerradas a cal y canto por falta de moradores; con sus fincas y prados abandonados y convertidos en peligrosos montes, podría acogerse a mucha gente. ¿No sería bueno volver a barbechar esas tierras para recoger cosechas que ayudarían a dar de comer a todos esos seres, al tiempo que se podría ahorrar algo de las diezmadas arcas del Estado? ¿No sería mejor eso que hacinarlos o deportarlos a su origen desde el primer país europeo en el que ponen sus pies, ignorando y despreciando sus derechos? Al tiempo que esto ocurre, nosotros esquivamos las contrariedades mirando hacia otro lado, procurando seguir ensimismados en nuestras comodidades y sin problemas acuciantes que nos puedan alcanzar evitándonos disfrutar de ferias, fiestas y mercados. ¿No es hora ya de que los máximos mandamases se decidan a dar cobijo y situar humanamente a esos pobres congéneres, ofreciéndoles acogida y la oportunidad de disfrutar del digno trabajo y de sus resultados? Mirémoslo por el lado egoísta, aunque sólo sea para, al mismo tiempo, expulsar parte del abandono y desperdicio que presentan nuestras aldeas".

Sin poder contenerme, le contesto: "Bras, ya me fastidiaste el día haciéndome pensar y disgustándome al mismo tiempo. Bastantes problemas tenemos ya como para hacer frente a los que ahora planteas. Que lo solucionen los políticos".

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