Toña, una huella imborrable
Probablemente a muchos les sorprenderá esta carta, o no..., pero esto no importa, porque su objetivo es el agradecimiento..., sí, han leído bien, agradecimiento hacia una persona que marcó mi vida y seguramente la de muchos más, incluso la de algunos de ustedes, que ahora estarán leyendo este pequeño homenaje, si se me permite llamarlo así.
¿Por qué agradecer? Hay un montón de motivos y no podría elegir solamente uno y para ponerlos todos se cansarían la vista leyendo tanto y no es mi propósito. En fin..., el caso es que me desvío del asunto y no es el momento. Decía que quería agradecer algo a alguien, pues sí, eso es. Tengo muchas personas a las que podría, o mejor dicho, debería agradecer porque en su momento hicieron parte de mi vida, o siguen iluminando mi vida con su presencia..., ellas se reconocerán, sin falta de nombrarlas, así que, con mucha pena, no lo haré, simplemente porque necesitaría muchos días para terminar, sin omitir a nadie. El caso es que como soy tan despistada me alejo otra vez del tema. Alguien me dijo en su día que la vida es una obra de teatro y en algún momento a todos nos toca subir al escenario. Efectivamente, hoy se abre el telón y en el escenario sube Toña, como la conocemos todos, pero cuyo nombre completo es María Antonia Rivero Sánchez. Ya se dieron cuenta de quién estoy hablando, ¿verdad? No me cabía ni la menor duda, porque sus 19 años de actividad como orientadora en el IES Rey Pelayo de Cangas de Onís dejaron huellas imborrables en la vida de muchos nosotros, entre los que me incluyo. Su jubilación dejará también un gran hueco, tanto en el corazón de los alumnos como seguramente en el de sus compañeros, con los que consiguió llevar a cabo tareas que parecían imposibles en su momento, pero se vio que la unión, el esfuerzo y la perseverancia, dan grandes resultados. Ahora, viendo de quién se trata, probablemente he disipado la duda que muchos ustedes tenían de por qué agradecer a través de un periódico, y si no es así, a los que todavía se siguen preguntando eso les diré que, obviamente, una persona tan especial se merece algo especial y un sitio especial.
Le agradecería por haberme propuesto al premio para el esfuerzo personal, por haberme hecho sentirme una más, teniendo en cuenta que soy extranjera y que tengo una discapacidad física que a veces me impedía y me sigue impidiendo hacer una vida normal, pero para ella fui una alumna más, sin diferencia para el buen trato y la falta de diferencias entre alumnos, me permitiría tomarme la licencia, para agradecer a todos aquellos que hicieron y hacen parte del colectivo (lectivo y no lectivo) del IES Rey Pelayo, que me hicieron sentirme como en una segunda familia. Me he mencionado solamente para que vean que tengo verdaderos e infinitos motivos para agradecerle a ella y a todo el profesorado, tal como decía anteriormente.
No me gusta ensalzarme sola y sin motivos y además como la protagonista hoy no soy yo pararé de hablar sobre mí misma o mencionarme y diré simplemente: ¡gracias por todo, Toña!
Esta carta no es para decirte ¡adiós!, sino ¡hasta pronto!, porque el IES Rey Pelayo seguirá siendo tu segunda casa (igual que para muchos nosotros) y que todo el esfuerzo de orientación (y no solamente este) que has venido haciendo hasta ahora, nadie te lo quitará, teniendo en cuenta que queda el vestigio de tus consejos que han llevado a muchos por caminos que les ayudó a subir peldaños inconmensurables, para llegar a ser las personas importantes que son hoy día, por lo que te deberías sentir orgullosísima.
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