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La jornada de reflexión

24 de Junio del 2016 - Filippo Priore (GIJON)

Como italiano que soy, a pesar de haber nacido ya en España y habiendo residido toda mi vida en Asturias, por ley no tengo derecho a votar en las elecciones generales. Sin embargo, esto no me impide, cómo es lógico, el poder opinar sobre el complejo panorama político actual de este país, pues la política además siempre ha sido una de mis pasiones. Aunque lo que toque en esta jornada no sea tanto la opinión, que pudiera llegar a juzgarse como un ilícito acto de petición de voto, sino la reflexión. ¿Pero reflexión sobre qué?

Volviendo a una parte de mis orígenes, existe una especie de leyenda de índole político que afirma que Italia es el único país en el que todo funciona mejor cuando no existe gobierno. ¿Podría aplicarse esto a España, a tenor de lo presenciado desde las últimas elecciones celebradas hace ya seis meses y que condujeron a dos intentos fracasados de investidura? Me atrevería a decir que no, puesto que el país, si no paralizado, sí que ha visto frenada de forma notable su actividad económica.

La primera reflexión que se deduce por tanto, y tal vez la fundamental, es esa: España necesita un gobierno. Y me atrevería a añadir que necesita que ese gobierno sea "creíble", con garantías claras de estabilidad al menos a medio plazo, que permita de esta forma recuperar la confianza de los inversores y de esos mercados en los que se mueve la economía de un país, por más que algunos renieguen de ellos, y que seguirán con máxima atención el devenir de los acontecimientos una vez conocidos los resultados de estos próximos comicios.

Por otra parte, después del fracaso en las negociaciones posteriores al 20-D y si consideramos como fiables las encuestas publicadas en las últimas semanas (lo cual no deja de tener su riesgo), la segunda reflexión, relacionada con la primera, sería más bien un interrogante; en un escenario no muy diferente al anterior: ¿por qué esta vez sí se habría de llegar a un acuerdo en forma de gran pacto de Estado, la única vía a mi juicio para alcanzar ese gobierno con base firme y sólida, que no saltara por los aires a las primeras de cambio? La respuesta sería porque los políticos implicados son conscientes de que un nuevo fracaso conllevaría muy posiblemente el final de sus carreras (y no conozco muchos políticos que pongan en riesgo su carrera política), con el añadido de ocasionar un perjuicio tal vez irreparable para sus respectivos partidos, que se verían abocados a un desgaste aún mucho mayor del que han sufrido estos últimos seis meses, en el caso de unas supuestas terceras elecciones.

Considero por tanto que a partir del cierre de las urnas y con los primeros resultados será el momento de renuncias personales en favor del interés general de cada uno de los partidos, pero por encima de todo, del país y de todos sus ciudadanos, entre los que se incluyen los millones de votantes que hayan depositado su confianza en el candidato o partido de turno, por entender que es quien mejor representará sus intereses o quien más se adecua a sus ideales. Y esto último conduce a una nueva reflexión: ¿de verdad se vota en España en favor de algo o de alguien o sencillamente la cuestión se centra en mayor medida en votar en contra de otro "algo" o de otro "alguien"? Porque sin ir más lejos: ¿cuántos han leído el programa del partido del candidato al que van a votar? Me atrevería a apostar que ese porcentaje no alcanzaría ni el 50%.

La jornada de reflexión, vestigio de un sistema electoral, con su ley incluida, obsoleta a todas luces, tengo para mí como tercera reflexión, que hará cambiar muy poco el sentido del voto, por más que este país tenga impreso en su ADN el dejarlo todo para el último momento. Otra cuestión no baladí a considerar es que con las redes sociales, que tanto daño han hecho a la Política (con mayúsculas), transformándola en una especie de "polishow" en sesión continua, con candidatos más pendientes de su cuenta Twitter que de la calle, es imposible garantizar una jornada de reflexión en base a lo establecido por la ley Electoral. Pero aun con la influencia de estas redes, insisto en que dudo mucho que el sentido del voto varíe sustancialmente durante esta jornada.

No obstante lo dicho, ¡a reflexionar, a reflexionar todos! Reflexionar por ejemplo en lo que acaba de suceder en Reino Unido y pensar si es eso lo que se quiere para España. Pero sobre todo, ¡ir a votar! A partir de ahí no quedará otra que sentarse a esperar, cruzando los dedos para que el país no se vea abocado a retroceder sobre los pasos que con tanto trabajo y sacrificios hemos dado en las últimas décadas. Aplicando un dicho deportivo diríamos aquello de ¡que gana el mejor!: el mejor para España y los españoles.

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