Mars certa

26 de Junio del 2016 - José Luis Fernández (Udrión, Oviedo)

A este paso barrunto que el género musical de la zarzuela tiene los años contados, me refiero en Oviedo. Las obras escogidas esta temporada, que ahora acaba, dejan en general mucho que desear, en especial las dos últimas que hemos visto no han sido buenas, nada buenas, y no me refiero a los solistas, excepcionales, sobre todo los de la última. Quien saca un abono por la totalidad para asistir solamente a uno o dos obras de calidad no le compensa pagar por el resto; merece la pena elegir sobre seguro. No importa releer el Quijote, como no importa asistir más de una vez a una representación de Marina o Katiuska. Rescatar del olvido obras que tuvieron su momento y no cuajaron y pretender que descubramos nosotros su valor no es racional; eso puede servir para un melómano o un profesional, pero no para aficionados sin más pretensiones.

Para complicarlo más, la han politizado; me refiero a la que se representará a finales de junio, sobre la cual han aparecido ya cinco artículos y entrevistas en LA NUEVA ESPAÑA, dos al director artístico; parece como si se tuviera un interés especial por esta obra; como digo, estamos politizados a todos los niveles y en todos los campos. Una manipulación vergonzosa de las obras de Chueca; burla a personas que como tales tienen su dignidad y nadie tiene derecho a tal; la justicia es la que tiene que actuar y no de esta forma. Escarnio y mofa, en una escena, a los sentimientos y creencias de los católicos, una parte importante de los ciudadanos de esta ciudad que han pagado con sus impuestos la subvención del Ayuntamiento a este género, demuestra una tendencia contraria al cristianismo, que parece resentimiento. No está de moda, ni es socialmente correcto, hablar de Satanás, como de las meigas, pero haberlo haylo y hay vergüenza en citarlo, hasta dentro de la misma Iglesia, pero hay personas que juegan o bailan con él. No nos sonriamos, pues personas extraordinarias, como Jesús de Nazaret, Dios, y otras muchas hablaron de él y no de lo abstracto y concreto del mal.

Un director artístico, ya citado, que justifica sus afrentas y befas en el éxito de público; “yo no toco las pelotas por tocar las pelotas”, “yo no me caso con nadie”, dice, qué fino el chico, que además tacha de “purista” a un sector del público no conforme, será él impuro; ya le querría ver atacando a otros no tan pacíficos, valiente. Los que, como dice, ante la publicidad por los escándalos, se acerquen por primera vez al Campoamor y descubran lo que es la zarzuela, de lo que está orgulloso, se llevarán una falsa impresión, pues sacarán una idea parecida a lo que es un vodevil. Mal remedio a un enfermo que necesita una asistencia distinta a la de un mal médico.

Termino, por fin, y espero que quien sea el responsable, que lo habrá, reflexione, rectifique y consiga que se llene el Campoamor por los méritos propios de las obras.

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