Los acrílicos o los soviets
La actual alcaldesa de Madrid me tiene descolocado. Tiene un aire de persona mayor que la hace entrañable. Es cuando uno acude a su pasado, cuando te das cuenta de que la aparente fragilidad no deja de ser una pose. He visto sus intervenciones cuando era joven y, lo que es peor, su vida de esposa de arquitecto con deudas a los trabajadores, sus pagos en efectivo de 150.000 euros por parte de su piso.
Ahora intenta crear un ojo ciudadano envolviéndolo en un objetivo: dinamizar la participación ciudadana creando los llamados "gestores de barrio", que se encargarán de crear una estructura paralela a la Policía.
Esto, de pasada, y lanza la creación del día: trajes de baño fuera en las piscinas de la ciudad, para ver si la ciudadanía se queda con esta carnaza (nunca mejor dicho) y no comenta lo verdaderamente importante.
He de decir que a mí lo del día sin bañador en las piscinas me parece una payasada más. Supongo que ese día será comunicado a los bañistas para que acudan o no.
En mi juventud, quizá por mi vida en Barcelona, me gustaba ir a la playa y practicar el nudismo. Era una época en la que me sentía bien con otros que pensaban como yo. Dejé de practicarlo cuando el nudismo se convirtió en toda una filosofía de vida con la que no comulgaba. También influyó que los accesos a dichas playas eran complicados, y sobre todo porque la gente que acudía a ellas ya no era de mi agrado.
Me acuerdo que en Pals (Gerona), a la entrada de la playa nudista, había un letrero que decía: "El voyerismo sólo se cura con la normalidad".
Lo verdaderamente importante no es ver un pito más o menos, es no sentirse vigilado por ningún vecino que me controle y dicte una forma de vida. Quiero que lo que ocurra en mi barrio y en toda la ciudad sea juzgado por jueces formados y lo más asépticos posible.
No dejemos que una dicotomía entre los acrílicos o desnudos (acrílicos era el nombre de los vestidos) tape la ley que podríamos llamar "soviets de barrio".
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