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Cuevas: aclaraciones urgentes a Pepe Monteserín

24 de Julio del 2016 - María González-Pumariega Solís (Oviedo)

Me dirijo a LA NUEVA ESPAÑA con la intención de intentar aclarar a uno de los colaboradores de este periódico, Pepe Monteserín, un tema que me toca de cerca y sobre el que el comentarista muestra un grado de desinformación alarmante.

En la colaboración periódica que el cronista oficial de Pravia mantiene con el diario, nos sorprendió el día 6 de julio con una breve nota sobre lo que suponemos fue una salida de ocio por tierras del oriente de Asturias. Al más puro estilo del turista ocasional, Monteserín nos cuenta que aprovechó el no-verano que sufrimos para visitar cuevas, en esa relación casi freudiana que los que trabajamos en ellas nunca acabaremos de comprender del todo bien: si hace malo, vamos de cueva. Pues bien, parece que se guareció en la de Avín y que lo intentó también en La Covaciella. Se queja entonces de que no había indicación alguna que le dirigiese hacia los bisontes magdalenienses de esta última, optando por acudir en busca de información al chigre cabraliego más cercano.

Verá, Sr. Monteserín. Si uno quiere visitar bisontes magdalenienses o uros solutrenses, es mucho más recomendable que acuda a los puntos de información cultural y/o turística, fundamentalmente porque en los bares de lo que mejor se informa es de las tapas y el menú y de la carta de vinos y licores.

La cueva de La Covaciella no es que lleve tiempo cerrada, como dice usted que le dijeron, sino que nunca ha estado abierta al público, situación administrativa que es conocida por todo aquel que se interese cualificadamente por el arte rupestre regional. La caseta que protege el acceso, dice parecerle indigna. Una pequeña construcción de fábrica, con puerta y cierre de seguridad. Debería haber concluido usted que ese candado echado tiene como exclusiva finalidad la protección, sin embargo, nos dice que las explicaciones que barajó para comprender este cierre fueron que o bien no entre dinero, o bien no se nos escapen los bisontes. Es difícil acceder al sentido abisal de tales reflexiones, más allá de expresar un absoluto desconocimiento sobre la materia de la que se habla. Con todo, lo más alarmante de su entrada no es la torpeza de la opinión, sino la irresponsabilidad de sus palabras, porque cuando uno cuenta con la ventaja de hacerse leer periódicamente en los diarios, debería procurar contrastar sus sensaciones, por mucho que lo que expresen sean meros pareceres y nada de información.

Empiece por el principio, Sr. Monteserín, y visite los bisontes, uros y mamuts paleolíticos que se ofrecen al público (y fíjese bien que digo ofrecer al público y no, como usted prefiere, explotar turísticamente). Quizá con la experiencia acabe comprendiendo por qué La Covaciella se protege discretamente y con candado y que sus bisontes magdalenienses han subsistido allí los últimos trece mil años no por el dinero, sino por la clausura.

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